Cuántas veces hemos escuchado a la gente quejarse de que no se siente representada por los partidos políticos actuales; que los partidos tradicionales, como el PRI, el PAN y el PRD, y las fuerzas políticas menores, como el PT, Movimiento Ciudadano, Morena, el Partido Verde Ecologista, entre otros, son más de lo mismo y que sus candidatos solo se acuerdan de su pueblo cuando están en campaña.
Aunado a esta decepción han aparecido a la luz pública movimientos que invitan a las personas a anular su voto, como lo hizo la politóloga Denise Dresser en 2012, cuando manifestó su rechazo para votar por el menos malo y descalificó la partidocracia mexicana.
El excanciller Jorge Castañeda Gutman marcó un precedente en la historia de la política mexicana al demandar al Estado mexicano ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos de la OEA (Organización de Estados Americanos) por negarle el derecho de contender como candidato independiente en las elecciones presidenciales de 2006 con el argumento de que sus derechos políticos fueron violados. La Corte dio su sentencia definitiva en 2008, que, si bien no le dio la razón por completo a Castañeda Gutman, sí ordenó al Estado mexicano adecuar su derecho interno a la Convención.
Como resultado de estos antecedentes, la nueva reforma política de 2012 al fin contempla la posibilidad de que la ciudadanía elija a candidatos independientes, siempre y cuando estos puedan recabar firmas de al menos el 1 por ciento del electorado nacional; sin embargo, de lo que hay que tener cuidado es de que las candidaturas no sean financiadas ni patrocinadas por delincuentes, por lo que habrá que estar atento a lo que ocurre en estados como Guerrero, Tamaulipas, Jalisco y Veracruz, que han sido azotados por las actividades del crimen organizado.
Pero no todo es negativo en este asunto de las candidaturas independientes, pues recientemente han surgido movimientos ciudadanos en países como España, Portugal y Grecia, donde la población de ingresos medios y bajos fue devastada por la pasada crisis económica. El ejemplo más claro de estos movimientos es Podemos, encabezado por el politólogo Pablo Iglesias, que ha sido una revelación en España por su propuesta para perseguir el fraude fiscal, castigar la corrupción y de dar prioridad al gasto social ante el pago de la deuda. El éxito de Podemos ha sorprendido a propios y extraños al convertirse de la noche a la mañana en la cuarta fuerza política de ese país.
Es importante destacar que el hecho de que surjan nuevos movimientos políticos, diferentes a los tradicionales, tampoco garantiza que las cosas mejoren. Ahí está el ejemplo de los candidatos independientes que han surgido últimamente, como el comediante Lagrimita, quien, por cierto, no pudo reunir la cantidad de firmas que marca la ley, o el exfutbolista Cuauhtémoc Blanco, quien es el candidato actual del Partido Socialdemócrata para la alcaldía de Cuernavaca. Lo cierto es que no vemos en estos nuevos candidatos una esperanza para que nuestro país pueda hacerles frente a los problemas económicos, sociales y de seguridad.
Huelga decir que tampoco han sido contundentes las manifestaciones de la ciudadanía frente a los casos de corrupción o ante los escalofriantes sucesos que se suscitaron en Iguala y Tlatlaya. No es que estemos a favor de las manifestaciones sin causa, menos de aquellas que prostituyen sus valores democráticos a cambio de beneficiar a sus líderes, pero sí queremos que más ciudadanos expresen sus inconformidades y exijan a sus gobernantes cumplir con sus compromisos.
La crisis social que vivimos en estos momentos, donde impera un caos de inseguridad, no la resolverá la alternancia democrática, es decir, que ya no importa qué partido llegue al poder. La verdadera pregunta es ¿a quiénes sirven realmente los gobernantes? ¿Será al capitalismo salvaje, dominado por la pequeña plutocracia mexicana? O, bien, ¿será que gobiernan para sus ciudadanos? En las respuestas de estas preguntas está la solución para que podamos visualizar qué tipo de gobiernos queremos tener. Ahí está la clave para definir el rumbo de nuestro país.