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11/7/2016

 

¿Dónde se queda la esperanza de un pueblo amordazado?

 

¿Dónde se ha perdido todo equilibrio?

 

Se ha quedado en la opacidad de una realidad que se pierde en la inocencia ante el fusil de hoy.

 

Ante la mano llena de esperanzas, tus hijos te claman, te lloran, tierra del Dios Nunca Muere.

 

Lujuriosas formas que nutren tu topografia, que amamantan la cultura.

 

Tus mujeres pariendo ideales, pariendo fusiles, pariendo muertos.

 

Solo el valor de tu dignidad te hará surgir, pequeña patria, pequeña y amada.

 

Añorada e irreverente tierra de colores, donde ha quedado esta realidad de valores de una raza que ha sabido sobrevivir a través de los tiempos y hemos de ser consientes de que nuestra dignidad es más profunda que nuestra herida.

 

Riqueza en arquitectura, arqueología prehispánica y costumbres que prevalecen a pesar de los tiempos.

 

Bastará la avaricia de unos cuantos para enterrar parte de tu historia.

 

El equilibrio generacional autosustentable que se va perdiendo en nuestra sociedad queda de manifiesto ante las políticas populistas que nos hacen más dependientes ante el acoso de la negociación de votos y la compra de conciencias.

 

Sobre esta cultura se han levantado los advenedizos, los que no dejaron huellas en su pasado usurpadores de la historia hechas de sangre para imponer el yugo, las cadenas de las promesas divinas y celestiales.

 

Cederemos nuestras conciencias ante la verdad de nuestro pasado, en el surco de las historias hechas de sangre.

 

Sangre de una cultura basta y admirada. Surcos del labriego hechos de sudor y sangre.

 

Donde nace de nuevo la vida, donde nace del esfuerzo el producto del sustento que ahora nos cuesta el voto y agachar la cabeza.

 

Tolerando el secuestro a base de programas sociales para comprar sus conciencias, la dignidad, el honor, la libertad, la moral.

 

Se ha perdido el equilibrio para una sociedad libre y su entorno, dependiente del cobijo del gobierno, cuando se debería prescindir de apoyos al campo para hacer producir nuestras tierras.

 

Las luchas sociales que derivan en México tienen un matiz de corrupción de las cuales no han prosperado.

 

Y los males crónicos se han vuelto un lastre que parece nos terminará por hundir,  pero habemos de compartir una realidad tangible.

 

¿Qué hay detrás de todo movimiento social como el de las reformas que se han impuesto actualmente y por las que la mayor parte de la sociedad está viviendo un secuestro?

 

No es por las reformas en sí, el fondo es de carácter económico.

 

Como decía Carlos Marx: detrás de todo movimiento político siempre se esconde un problema económico.

 

Ambas partes al final llegarán a acuerdos para satisfacer el problema de origen: el control del dinero.

 

¿Y dónde quedan el pueblo y los más desprotegidos ante esta avalancha de intereses?

 

Los riesgos son mayúsculos.

 

El desabasto, carencias de productos básicos necesarios para subsistir, poblaciones aisladas ante la necedad de trastocar a terceros con los daños colaterales impuestos.

 

Un gobierno que no ceja en su empeño de privatizar el petróleo de los mexicanos y de pasadita la educación.

 

Pero sí es importante que quienes están al frente de la lucha se den cuenta de que arriba de ellos hay un juego de intereses muy mezquinos.

 

Ante los hechos de ambiciones de quienes pretenden pasar por sobre la ignorancia y la necesidad de otros.

 

El día llegará en que todo hombre necesite más que su fría lógica para definirse o sostenerse ante sí mismo.

Y ante el abuso a otros y los reclamos por causas justas.

 

Lo son cuando no se atropellan las de otros, las que también serían justas si reaccionan ante tales acciones.

Luchas sociales

Manuel Eugenio Liljehult Pérez

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