He leído con detenimiento la carta que me has enviado. Me recordé junto a ti en los tiempos en que vibrábamos al mismo tono, con la misma intensidad en una u otra actividad. Esas noches de café y buenas mezclas de tabaco; de soñar y volar y elevarnos más allá de las estrellas, o aquellas tardes de arreglar el mundo en la taberna.
La ciudad, aunque no lo creas, también tiene lo suyo. ¿Recuerdas a Bonfil Batalla y su “México Profundo”? ¿Recuerdas a Miguel León Portilla y su “Visión de los Vencidos”? Creo que ahí está el aporte de la ciudad porque, al entenderlos, nos metimos al sub-México y nos encontramos que ahí también, en los barrios, hay resistencia, hay trincheras establecidas desde siempre; no es el México obrero que va y viene amontonado en el metro, los que sin ilusiones son vomitados avejentados, más bien son aquellos que se encuentran los fines de semana o por las noches y toman café o pulque o tequila y se sueñan el sueño de una vida buena para todos y todas.
Llegó un tiempo en que el quietismo o la apatía nos invadió, era como estar hibernando en un invierno cruel, sin luz, es decir, fue la noche que duerme las conciencias, como tú dijiste en algún momento. Pero ese solo fue tiempo de preparación, fue la época de gestación de las tribus de la ciudad, fue la época en que nacieron aquellas bandas que dicen eran violentas y fueron usadas para seguir sometiendo a la juventud. Ante esa quietud de los viejos, salieron los jóvenes en diferentes momentos y de muchas maneas, es decir, emergieron del subsuelo.
Todo lo nuevo siempre duele, y duele más a los dominadores cuando su dominio se empieza a perder; entonces nos critican, nos marginan, nos descalifican y después nos reprimen. Una vez que saben que no pueden hacer otra cosa, empiezan a entender que existimos, así que, de una manera despectiva, nos llaman activistas o militantes.
Ciertamente, quienes emergemos en la necesidad nos vemos obligados a hacer muchas actividades para poder posicionarnos, pero no por ello nos llevamos la vida en eso. Y es que el modelo occidental tiende a separar conceptos y no logra volver a juntarlos; por una parte, pone a los intelectuales en las escuelas, a los religiosos en las iglesias, a los aplicadores de la justicia en sus palacios; entonces, a los que no piensan, los ignorantes, los que solo tienen mano de obra, les llaman activistas.
Fíjate que el tiempo que compartí contigo fue un bello aprendizaje. Ahora que te releo puedo darme cuenta de que en los pueblos del México real no existe esa separación. Cada acción es algo planeado y en busca de objetivos. Muchas veces surgimos de la acción frente a una necesidad, pero luego nos vamos a repensar la acción, a reconstruir los métodos, a ejecutar los acuerdos y también a evaluarlos y celebrarlos, y somos los mismos.
El primer y mejor aprendizaje que descubrí a tu lado fue saber que no necesitamos especialistas que se adueñen del saber, sino de comunidades dispuestas a aprender, y he ahí una de las tareas de los estudiantes. No se estudia para ser dueño del saber, sino para compartirlo con la comunidad para juntos encontrar la vida buena.
Dice Raúl Zibechi que algunos principios básicos de la educación en movimiento son:
-
Desarrollar la conciencia crítica del estudiante con contenidos que lleven a la reflexión y adquisición de una visión del mundo amplia y diferenciada del discurso oficial.
-
La transmisión de la historia y el significado de la lucha por la tierra.
-
Desarrollar la capacidad técnica del estudiante para experiencias de trabajo productivo.
-
Aplicar los aprendizajes en favor de la comunidad donde se vive o donde se estudia.
Entonces me pienso que en la ciudad no estoy perdida. Yo tuve la fortuna de encontrarme antes, y estamos, desde ya, reconstruyendo el México que queremos vivir.
Entonces nos hemos vueltos seres místicos, hemos juntado los elementos que la ciencia occidental separó y estamos rehaciendo comunidad. Entonces ¿cómo se le llama al activista que, además, analiza, cuestiona, piensa, planea, ejecuta, evalúa y celebra? A mí me gusta llamarme ciudadana del infinito, habitante del planeta, defensora de la vida, guardián del planeta, y no soy activista feminista o activista social o ambientalista. Esa forma de vernos es volver a dividir lo que es indivisible. La ciencia, el amor, la educación, la vida son indivisibles.
Fíjate que, ahora que diciembre nos envuelve de fiestas y buenos deseos, me parece oportuno entrarle al juego de los buenos deseos para el siguiente año, o a la carta a Santa o los Reyes Magos o al Niño Dios.
Mi lista de buenos deseos creo que va a empezar así:
-
Ver, palpar con mis ojos y mi presencia el lugar de los hechos que me incomodan, y voy a preguntarme ¿qué lastima a mi corazón en mi barrio, en mi calle, en mi colonia, en mi agencia, en mi comunidad?
-
Preguntar, ir en persona a visitar gente, enterarme de ¿qué se ha hecho y se ha intentado hacer por eso que me duele? ¿Cuánto han hecho de eso? ¿Qué logros y fracasos ha habido? ¿Qué hizo que fuera logro o que fuera fracaso?
-
Me vuelvo a preguntar ¿qué es lo que yo sé y puedo hacer respecto a esto que me duele? ¿Hay alguien que quiere y puede ayudarme?
-
Camino a conocer, a platicar, a convencer a quienes pueden ayudar, de iniciar una acción en favor de eso que me molesta o me duele.
-
Me voy a preparar para que me duelan menos los comentarios contrarios y voy a estar atento a aprender de ellos. Al mismo tiempo, me voy a vacunar contra los partidos y religiones para que no se me acerquen y no se quieran beneficiar de la acción y que tampoco la agredan.
-
Encuentro los recursos necesarios para llevar a cabo la acción.
-
Voy a hacer en la práctica y en el lugar necesario una acción en beneficio de mi comunidad, y con ello rescato el tequio que ancestralmente he aprendido.
-
Evalúo con quienes nos mostramos activistas y reaprendemos lo que no salió bien para volver a intentarlo.
Quiero curarme del dolor que me causan las cosas, quiero curar a este pueblo en el que vivo y con ello curo una parte de este planeta que se ha destruido. Lo que los de arriba destruyen los de abajo reconstruimos, como dicen los compas.
Desde aquí, en la ciudad que traga, exprime, succiona la vida y avejenta, estamos siendo un reflejador de la palabra y la acción. Este fin de año vamos a tener el festival internacional de las resistencias que el CNI convocó. Ese va a ser un gran festival internacional donde los que no nos gusta llamarnos activistas nos vamos a reunir para compartirnos y hacer más grandes nuestras reconstrucciones por la vida.
Desde este centro reflejador me dirijo a la luna y te veo, camino a tu lado en tus andares, puedo ver a los rondantes intimidadores, puedo observar sus estrategias desgastadas y te veo tan brillante, tan protegido, tan entregado a tu hacer comunidad, que siento en mi corazón que aún no estás listo para dejar el planeta, que queda mucho por caminar, que queda mucho por defender. Enormes abrazos para ti. Espero poder leer otra carta tuya.
Envuelta en la luz de la luna de diciembre, la luna que abunda cuando el sol disminuye su tiempo, envuelta de lazos de paz, te abraza:
Sofía.