Las canciones más conocidas de Jesús Rasgado, “Chuy Rasgado”, interpretadas por el trío “Los Arieles”, las escuché por vez primera en casa de mi tía Julia Henestrosa, allá por 1969, porque ella tenía consola. Disco que recaló en casa de mis padres después que asesinaran a mi tía.
En el Distrito Federal, al vivir en casa de mi tía Chabela Henestrosa, su esposo, el licenciado Juan Solorza Montellano, me habló largo y tendido sobre la vida de “Chuy Rasgado”, ixtaltepecano como él, a quien trató y daba título de “muy amigo mío”. Tío al que citan en algunos bosquejos biográficos del músico, entre los que cabe destacar la “Antología literaria de Oaxaca”, de Víctor de la Cruz, del año 1993.
No obstante las muchas charlas con mi tío Juan, jamás se me ocurrió preguntarle detalles de las canciones del músico, ello, porque nunca me cuestioné sobre tales canciones, hasta el día que, viajando por una avenida de la ciudad de Juchitán, escuché por la radio que hablaban sobre el músico que emigró muy niño a Santo Domingo Petapa.
Sobre la canción “Na Ela”, ¿sabías que “Chuy Rasgado” se la compuso a su madre?, me dijo mi amigo Germán Betanzos.
Al ver mi sorpresa, mi amigo me dijo que la idea no era suya, sino de un músico istmeño que ya olvidé su nombre. Luego pasó a desmenuzar la canción de tal manera que casi me convenció que era cierto lo que me decía: Señora (Na); Ela, nombre de la madre del compositor. Recuerdo que no busqué certificar si había congruencia y verdad en la información. Más tarde supe que no la había, ya que su madre se llamó Mónica Rasgado. Así que volvió la paz a mí.
En mi adolescencia, yo siempre creí escuchar que, cuando la cantaban, decían “Naela”, hasta que el grupo “La Amistad”, allá por 1978, sacó una versión que hacían acompañar de versos de García Lorca y Rafael de León a la que llamaron “Naila”, versión que tuvo fama nacional. Otros muchos artistas la cantaron, y ello me enorgulleció siempre. Pero tampoco en ese tiempo me interesé en investigar sobre la historia habida detrás de la canción, menos lo haría cuando los distintos cantantes modificaron la letra de la canción, lo mismo que la ortografía al convertirla en “Nayla” e incluso algunos llegaron a negar o a ignorar la paternidad intelectual al paisano.
Antes de proseguir, dejen escribir la letra que, creo, es la más fiel, tomada del libro “Cancionero de compositores istmeños”, Tomo I, de Carlos Rodríguez Toledo. Dice: “En una noche de luna,/ Naela lloraba ante mí./ Ella me hablaba con ternura/ puso en sus labios su dulzura.// Yo le decía por qué lloraba,/ Ella me contestó así:// ‘Ya me embriagué con otro hombre,/ ya no soy Naela para ti,/ ya mis caricias no son tuyas/ ya no soy Naela para ti’.// Naela, y porqué me abandonas,/ ¡Tonta!, si bien sabes que te quiero.// Vuelve a mí, ya no busques otro sendero,/ te perdono porque sin tu amor/ se me parte el corazón”.
Ahora bien, si analizamos la canción e imaginamos que quien se duele de un amor que lo abandona es un adolescente de 15 años –edad que tenía “Chuy Rasgado” cuando compuso la canción, en 1922-, hay suficientes elementos para pensar –por la enorme dosis de ternura del cantar- que se refiere a una madre que decide rehacer su vida, tal y como lo hizo la progenitora del músico, quien se casó con otro hombre cuando su hijo contaba con escasos cuatro años. Me inclino a pensarlo que fue así cuando leo el terceto final. Quienes aseguran, por el contrario, que el compositor juvenil perdonó a la infiel por su sinceridad y porque la amaba intensamente argumentando con ello escaso machismo en él olvidan que Rasgado vivía en el Istmo de Tehuantepec, donde el machismo es endémico.
Por otra parte, debo recordar que “Chuy Rasgado” era zapoteca, con estudios de primaria incompletos. ¿Por qué no pensar, entonces, que en su primera letra incluyera esa su identidad usando Na, que significa señora en zapoteco? Y Ela, tal y como dice un biógrafo suyo –Ulises Hernández Luna-, bien puede ser la apócope de Rafaela, nombre de la mujer que muchos, a la ligera y por machismo acendrado, han calificado de infiel. Quiero decir, pues, que, si analizamos nuevamente la canción, solo que ahora imaginando a una mujer que deja de amar a un hombre, este, dolido en grado sumo, en un afán de vengarse de ella, la llama Na, señora, queriendo decir que ella ya no era virgen, éste sí un asunto de vital importancia para un hombre en el Istmo. De allí que cite, afirmo, de manera textual sus palabras: “‘Ya me embriagué con otro hombre,/ ya no soy Naela para ti,/ ya mis caricias no son tuyas/ ya no soy Naela para ti’”.
Todo lo dicho no aplica si el compositor inventó el nombre Naela, tal y como algunos suponen. Nombre rarísimo en el Istmo en aquel tiempo, que solo podría ocurrírsele a un poeta como él, claro. Lógico también si con ello buscó mantener su historia –que todos califican de verdadera- en el anonimato por las razones que hayan sido, una de ellas, y digo que no la menor, que a nadie le gusta presumir que le traicionaron.
Por último, presuponer que “Chuy Rasgado”, con Naela, buscó desahogar, curar, sus penas de amor materno y erótico sexual por una mujer es un tanto temerario, ya que a los 15 años de edad es difícil, no digo que imposible, la madurez para ello. Por lo pronto, yo solo quise esbozar las posibilidades –que harán que ahora escuchen la canción de otra manera- en torno a esa obra que catapultó a su autor a convertirlo, a mi parecer, en el mejor compositor istmeño hasta ahora. Aunque solo vivió 41 años, su vida es leyenda, mito y fábula. Naela cae muy bien en ellas, tal y como la canción “El Triste” –se me ocurre pensar- de Roberto Cantoral, que la compuso no al amor por una mujer, sino en memoria y al amor que sentía hacia un hermano muerto.