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27/8/2016

 

Crisis. La profesora habla de la crisis. Sus saberes me dicen, según entiendo, que la oportunidad se presenta. La cultura se caracteriza por demasiadas cosas atribuidas al ser humano, al homínido. Dentro de todas estas existe una capacidad que llevamos en nuestro cerebro. La capacidad de aprehender es fundamental para que la cultura sea permanente de generación en generación. Pero deberíamos preguntarnos en algún momento por esas personas dotadas de poderosos dones, algunos que al hablar transmitían los valores de una sociedad; reconocemos a la memoria, claro, como nos conviene. El hecho es que siempre estarán presentes esas personas que fungen un papel importante como el de la enseñanza.

 

Me temo que de todas las utopías ninguna verá algún día cumplirse su sueño. Estamos en un constante choque de mundos “perfectos”; aun así, no hemos sabido cómo llevar todo esto. Muchos de nosotros preferimos navegar en aguas tranquilas del desconocimiento absoluto. Algunos por decisión, dicen otros. Mientras que alguien más cree apoderarse de los saberes del mundo, observándolos desde su remota isla en el norte del mundo. Dejando de lado las especulaciones, propongo que nos detengamos a ver lo que enseñamos, lo que nos enseñan y qué aprendemos. El cómo lo aprendemos (pienso) existe de forma tácita cuando abordamos el qué aprendemos.

 

Este tiempo, y el tiempo próximo, a riesgo de parecer hippie, viene lleno de luz. El objetivo es que se nos llenen los ojos y encontremos una arista en medio del eje de nuestra pupila. Volvamos a pensar en lo que somos. Y pensemos en lo que no somos. Hablemos sobre lo que nos depara el porvenir. Pienso que es importante que platiquemos esto por lo menos una vez con cualquier otra persona.

 

Vivimos en sociedad; nos unimos de acuerdo con intereses; fuimos moldeados de acuerdo con distintos proyectos europeos; la religión fue base fundamental, y hoy en día, después de independencias y revoluciones, vivimos en un lugar del que no sabemos mucho; en el siglo que apenas y camina, atado por las manos de todas las criaturas furiosas, moviéndose lentamente, arrastrando a casi todos.

 

Desde mi punto de vista, debemos saber quienes somos. Identificarnos, conocernos y reconocernos ante los demás. Desde nuestros más antiguos saberes, las palabras, los gestos, la acciones que nos identifican como comunidad, ya que desde ahí se podrá avanzar en un todo conjunto. Las políticas tratan de progresar, pero los que terminan “progresando” son ellos, los políticos, llenos y vacíos en un sistema que intenta sumergirnos cada día. Hagamos memoria y veamos sobre qué suelo estamos parados. ¿O será acaso que somos también producto de la zapotequización? Tomemos en cuenta que compartimos una herencia con las personas que habitaron nuestros pasos alguna vez en el tiempo. Ademas tenemos el deber de luchar por las tierras que alguna vez fueron el habitad de un legado maravilloso de naturaleza.

 

Tal vez no somos las personas que queremos ver. Quizá nos vemos lejos unos de otros; yo pienso que no debería suceder esto. Educar a las generaciones que nos preceden para que no exista una desintegración en cualquier ámbito de nuestro patrimonio como cultura, como nación zapoteca. Y no, no todo debe parecer parte de la cultura. Hay ciertas cosas que como sociedad no deberíamos tipificar porque hay acciones que en verdad están mal, mal en el sentido de que no ayudan en un cambio hacia nuevos horizontes de conocimiento sobre uno mismo. No hay estadios y no estamos en cualquiera de los grados de la civilización, simplemente somos la suma de espacio y tiempo ocupando esta vida en forma de homínido.

 

Después de que las palabras llegan, se amontonan e intentan decir algo, viene el silencio de la conversación. El recuerdo de las ideas. Es por eso que debemos comenzar, y en el camino sabremos nuestra dirección.

 

En San Cristóbal de las Casas existen grupos de gente interesada por su futuro en este momento como nación; imparten clases a horas acordadas a los alumnos que no pueden recibir clases de sus maestros, los que actualmente viven el último de los procesos de lucha en el país. Así que pude imaginarme cómo sería que con mis pequeños conocimientos me hiciera a la empresa de enseñar, con esta propuesta en mis pasos. Personalmente distingo que parece complicado ser un maestro. Muchos de nosotros como estudiantes exigimos muchas veces que los maestros nos lleguen a dar las clases mientras llenan los pizarrones de palabras y dicen en voz alta lo que el libro de texto les indica, y así llenar nuestra cabeza de conocimientos, pasar de año en año hasta llegar al punto donde lo sabemos todo y continuamos con esta vida.

 

Debemos llegar a un centro educativo con una visión amplia, pues la requerimos según el contexto que nos rodea. Y no es porque estemos en el centro de las relaciones internacionales ni que convivamos con diversas culturas día con día, pero de alguna manera lo hacemos. Cuando la globalización se posó en el conocimiento colectivo, llegaron las ideas en forma de imágenes y sonidos, la radio y la televisión entraron en el inconsciente. Ahora somos de cualquier lugar del mundo. No lo sabemos a ciencia cierta, pues hemos descifrado en otros códigos, pero el objeto permanece ahí.

Notas sobre identidad y educación

Franco Carrasco Aguilar

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