Antes de entrar en materia, quiero agradecer enormemente a todos mis detractores a priori por invertir su tiempo, esfuerzo y, sobre todo, bilis al momento de leer mis columnas y formular sus objeciones (los que las escriben y los que me las mandan decir por teléfono); veo con agrado que mis opiniones no son del todo intrascendentes para estos y su necesidad por hacer catarsis con mi subjetividad es tan grande que no pierden la menor oportunidad para ejecutar dicha acción. Espero que lo sigan haciendo, ya que esto es parte de un indicador de éxito que nos señala que los objetivos de este proyecto se están alcanzando y la penetración y asentamiento discursivos que nos hemos planteado como grupo se van consolidando cada vez más. Asimismo, agradezco sobremanera a quienes leen mis argumentos de forma objetiva y son capaces de trascender otro tipo de consideraciones.
En esta ocasión problematizaré en torno a las nuevas herramientas de comunicación y la forma en como estas operan dentro de la generación de una agenda distinta a la tradicional y su papel como posibilitadoras de un ambiente más democrático. Para esto, y a fin de establecer su incidencia en nuestro pueblo, analizaré, principalmente, dos proyectos que se han emprendido en Ixhuatán desde las plataformas digitales propias de los individuos de la era de la información.
La historia del México moderno se ha visto marcada por el monopolio de la información desde todas vertientes. El centralismo y la burocratización de los medios de comunicación han sido dos de los grandes cánceres que han posibilitado el autoritarismo de Estado que, como nación, hemos vivido y seguimos experimentando. Estos medios en manos de empresarios con intereses sectoriales se han consolidado como el binomio perfecto en dicha tarea.
Grandes teóricos de la prensa, como Edmund Burke, pensaron esta como un contrapeso que pudiera cuestionar y vigilar la labor de los tres poderes en un Estado, función por la cual se les denominó a este gremio como el cuarto poder. En el papel, esta entidad se encuentra al servicio de la sociedad y debe velar por los intereses y preocupaciones de los ciudadanos.
Lo anterior es una descripción de cualquier sociedad menos de la mexicana. La televisión nació secuestrada: desde 1951, un año después de otorgada la primera concesión de un canal de TV en nuestro país, Emilio Azcárraga Vidaurreta iniciaría con el imperio más poderoso de medios de comunicación en toda el habla hispana al adquirir la segunda concesión de este tipo, que daría, en ese momento, nacimiento al Canal 2 y, posteriormente, a Televisa. Esta compañía, hasta el momento, acapara el 70 por ciento de la televisión abierta en México, mientras que su competencia directa, TV Azteca, tiene en sus dominios un 32 por ciento del espectro. El resto es distribuido en televisoras independientes, universitarias, entre otras.
Si a lo anterior le sumamos que quienes dirigen tales compañías se asumen abiertamente como lacayos del poder (basta recordar aquella célebre frase de Emilio Azcárraga Milmo, “El Tigre”: “Yo soy un soldado del PRI”, además de su afirmación que indicaba que hacía televisión para jodidos porque vivía en un país de jodidos), tenemos una realidad brutal que imposibilita siquiera pensar en democracia medianamente efectiva.
En la prensa escrita el escenario no es ni ha sido muy distinto. Si bien es cierto que la concentración no es tan radical como en la televisión, los medios impresos también han formado un oligopolio informativo que, el día de hoy, nos arroja el posicionamiento de 6 o 7 periódicos que son los que llevan la agenda nacional. La actuación de estos en la esfera pública se ha visto determinada en función del momento histórico en el que se desenvuelven, de quien se encuentre en dicho espacio temporal en el poder y su relación directa con el mismo.
Con estos espadazos históricos que quien se interese en la materia puede indagar más a fondo (para el caso de la Televisión les recomiendo toda la obra de Jenaro Villamil, pero, principalmente, “La Televisión que Nos Gobierna”), pues esta columna es, a todas luces, insuficiente para abordarlos de manera detallada, además de que mi tema central es otro, llegamos al siglo XXI y la emergencia del internet como la nueva referencia en el posicionamiento discursivo.
En México, fue a finales de los 80, con más fuerza durante los 90 y como consolidación a partir de este nuevo siglo como las herramientas tecnológicas del internet se fueron posicionando como los medios de comunicación que transgrederían la unidireccionalidad y la verticalidad de los medios tradicionales y se daría un margen de acción mayor a los ciudadanos. Con la irrupción de las redes sociales, blogs, portales virtuales, canales de televisión por internet y demás plataformas se arrebató el monopolio discursivo a los grandes emporios y así se comenzó a generar un empoderamiento ciudadano que día a día se va consolidando aun más y está provocando el ocaso irremediable de las viejas estructuras protofeudales.
Solamente Facebook, la red social con mayor alcance, ha rebasado ya los mil 200 usuarios en el mundo; de esta manera, si la red creada por Mark Zuckerberg fuera un país, sería el segundo más poblado del mundo, solo detrás de China, que tiene poco más de mil 300 millones de habitantes; Twitter rebasa los 250 millones, más del doble de los habitantes que tiene México; el tráfico de YouTube también es impresionante: más de mil millones de usuarios distintos visitan la plataforma cada mes.
Con estos fenómenos, una revolución distinta a la esperada por los teóricos comunistas ha llegado y se sigue modificando día a día. Ahora son los usuarios los que directamente generan contenidos respaldados en lo que los afecta a diario y no solamente se reducen a reproducir los mensajes de la clase dominante o los del sector empresarial.
Lo anterior debe tomarse con sus reservas, por lo menos en nuestro país, ya que no hay que perder de vista que seguimos siendo una nación tercermundista y con desigualdades de tipo social y económica tremendas y cuyas estructuras no nos posibilitan las mismas condiciones que los habitantes de cualquier país del Reino Unido, por ejemplo; sin embargo, la penetración de esta nueva lógica cada día es mayor y poco a poco comienza a ser un rasgo distintivo en nuestra sociedad.
Tuvieron que pasar casi 20 años después del levantamiento armado del EZLN para que un movimiento social adquiriera resonancia mundial tal que regresara a México a la agenda de las problemáticas del planeta. Esto sucedió teniendo como uno de los estatutos centrales el uso de las nuevas herramientas tecnológicas de las que he venido tratando como posibilitadoras del posicionamiento discursivo de la ciudadanía, lo cual dejó de lado el elitismo informativo de los medios tradicionales y demostró el alcance de la sociedad organizada a partir de nuevas estrategias mediáticas.
Sí, me refiero al movimiento Yo Soy 132, el cual, aunque a muchos desagrade el comparativo que hago con los zapatistas, a nivel de resonancia devolvió a la sociedad su papel como agente preponderante. Esta irrupción estudiantil, en primer momento, y social, en segundo, genuina trascendió nuestras fronteras y le recordó al mundo que somos los ciudadanos los que hacemos posible la vida de un país, que somos los ciudadanos quienes reflejamos el México que se vive día a día y que no es solamente se reduce a los valores que se transmiten en la indignante televisión abierta que tenemos, en la lejanía de las portadas de los periódicos nacionales o en las líneas de los desplegados oficiales que salen de las oficinas de comunicación social de la presidencia de la república y sus secretarías.
Más allá del desenlace, se demostró que es posible reivindicar nuestros derechos, exigir un mejor país, denunciar la manipulación de la información, evidenciar la corrupción y revitalizar a nuestra sociedad. Era imposible, por la vía institucional, detener a un monstruo que aprendió de sus errores en el pasado y se dio a la tarea de vender exitosamente a un sujeto sin cerebro pero con toda una lógica de avasallamiento que invisibiliza, que coopta, que reprime, que mata.
Por salud pedagógica, dejaré hasta aquí la primera parte de mi artículo, pues no pretendo saturar de ideas a los lectores. Dejo esto como un panorama general de estos fenómenos sociales para, próximamente, entrar de lleno en las formas de acción de los ciudadanos ixhuatecos con estas plataformas y, sobre todo, hacer una radiografía de esto a lo que hemos denominado Panóptico Ixhuateco.