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15/6/2016

 

Lector/a, antes de otra cosa, deseo agradecer cordialmente la lectura que cada uno de ustedes hacen a mis textos. Han sido dos años de PANÓPTICO IXHUATECO –que se cumplen hoy 15 de junio–, y en todo ese tiempo he intentado ser puntual y perseverante en el compromiso hecho con quien coordina y edita la página, primero, y con el público lector, después, a  quien finalmente me debo. ¡Salud, pues!

 

Una vez ocurridas las elecciones en nuestro estado, los oaxaqueños del Istmo de Tehuantepec hemos vuelto a nuestras vidas rutinarias, porque dicho evento no parece haber cambiado un ápice nuestra actitud, ya que las carencias económicas persisten y amenazan con recrudecerse. Aunque las lluvias han llegado en tiempo y forma, motivo por el cual los lugareños sonreímos imbuidos de la esperanza de tener buenas cosechas en el campo y mar, no es suficiente para matar de raíz las preocupaciones que nos desvelan. Lo que ocurre con los maestros de la Sección 22 preocupa a todos, no solo a los mentores, porque ellos tienen un papel sobresaliente en la cadena económica local y estatal.

 

La incertidumbre de lo que vaya a ocurrir con los maestros es lo que ahora mismo priva en nuestros pueblos istmeños. Quienes siguen las noticias por los medios tradicionales creen ver a un gobierno federal fuerte –como  consideran debe ser todo gobierno– y a una CNTE violenta e intransigente echando mano de viejos métodos –como paro indefinido de labores,  bloqueos carreteros y de edificios y marchas que luego terminan en vandalismo–. No solo eso, sino que también la emprenden contra quienes comulgan con los líderes presos, a quienes a esta hora no dudan en llamar ladrones y criminales luego de que la PGR mostrara sus gordos expedientes al respecto. La etiqueta de manipuladores o vendidos al mejor postor ya la tenían desde mucho antes. A pesar de que el gobierno no goza de credibilidad a la hora en que afirma hacer justicia, de ello están enterados los más conscientes, algunos de los cuales pululan en las redes sociales, no así el pueblo, sometido a años de manipulación ideológica.

 

En verdad, solo los profesores de la CNTE que luchan con todo saben en dónde les aprieta el zapato. Y no todos  porque un porcentaje –al menos en Ixhuatán así lo atestiguamos–  se mantienen indiferentes y hasta en contra de la lucha magisterial. No solo apoyan al gobierno –que por lo demás están en todo su derecho de hacerlo–, sino que también parece no importarles quedarse sin empleo. ¿Por qué? Porque a ellos no les aprietan los zapatos, ya que calzan unos hechos a su medida. Y, si los pierden, existe el ofrecimiento de tener otros mejores.

 

El gobierno afirma que los maestros y los líderes de la CNTE tienen privilegios y que estos deben acabarse ¡ya! Estoy de acuerdo si ello es verdad, y algo más: se debe aplicar el mismo rasero con todos los demás líderes, es decir, con aquellos que son consentidos por el gobierno, quienes, a la vista de todos, ostentan sus riquezas. La diferencia entre ambos tipos de líderes es que estos últimos, llamados charros, manejan a sus huestes de tal manera que no permiten rebelión alguna, trabajo que el gobierno sabe premiar con creces otorgando riquezas indetectables por el SAT o por los órganos de espionaje oficiales… a menos que el líder se rebele contra quien le protege. Cuando así ocurre cae en desgracia y la PGR lo lleva a la cárcel ipso facto con tremendo expediente criminal entre manos. Dos casos emblemáticos de este modus operandi del gobierno son Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, y la maestra Elba Esther Gordillo. Sus encarcelamientos, además, sirvieron para legitimar –se afirma que así lo pensaron y actuaron en consecuencia– a Carlos Salinas y a Enrique Peña, respectivamente.

 

El gobierno también dice que las plazas en el magisterio ya no deben venderse ni heredarse. Tiene toda la razón porque esa manera de operar –que por cierto no es exclusiva de los maestros, ya que el Ejército y Pemex también la han practicado– es vil corrupción e ineficiencia en la docencia, toda vez que los herederos las más de las veces son personas nada aptas que no fueron admitidas en ninguna escuela o, de plano, eran  rémora o vergüenza familiar (incluido uno que otro con discapacidad mental). Y, si el gobierno desea que México sea país digno de la OCDE como pretende, debe a su vez evitar que los mexicanos sigamos padeciendo de esa terrible discriminación e insulto que significa el fuero de los legisladores y funcionarios electos, donde, por cierto, tampoco están los mejores talentos y, por añadidura, muchos de ellos son herederos de sus partidos –plurinominales– o de sus padres enriquecidos a la sombra del poder político, esos sí depredadores.

 

La CNTE por su parte dice luchar por que la educación sea pública, laica, gratuita y un derecho para todos. Insisten en que la educación no debe privatizarse y que esta debe adecuarse al contexto de las comunidades de pueblos pobres –pero dueños de una cultura milenaria– como los de Oaxaca. Repiten su rechazo vehemente a  la reforma educativa en los términos aprobados por legisladores del PRI, PAN, PRD y los otros partidos –que debido a su insignificancia ni siquiera figuraron en la mesa de negociación–. Insisten en que más que reforma educativa lo que el gobierno pretende llevar a cabo es una reforma administrativa-laboral que tiene como propósito eliminar al trabajador crítico de la educación y/o, en su defecto, domesticarlo, hacerlos como los maestros del SNTE, que hasta partido político –Panal– les facilitó otro gobierno, panista. Ah, también dijeron que no aceptan ser evaluados de la manera en que el INEE pretende hacerlo, ya que tiene facultades suficientes como para hacerlo a discreción y sin que el examinado tenga derecho a nada una vez se le dé el resultado.

 

Por primera vez la CNTE no exige más de la cuenta, sino que se concreta en demandar  todo aquello que le compete como gremio golpeado, incluida, claro, la liberación de sus presos políticos –que en verdad lo son–, así el gobierno, en su afán de ganar la batalla en los medios, diga que son delincuentes. No la tienen fácil, es una lucha desigual como aquella mitológica entre David y Goliat. Las posturas, hasta el punto en que ahora se hallan, son irreconciliables. El gobierno no quiere negociar, exige que los docentes vuelvan a las aulas al tiempo que les notifican sus ceses.

 

La CNTE –como antes otros sindicatos hoy desaparecidos– busca el apoyo de una sociedad poco politizada, enfrascada en su realidad, esta, amenazada por la caída del peso pero sostenida por una macroeconomía que le da un margen de maniobra y de seguridad  al gobierno. ¿Y los educandos –niños y niñas– que también forman parte de esta historia? En su casas, frente al televisor o vagabundos por los pueblos. Otros, dialogando con sus padres sobre el asunto peliagudo de sus maestros, dispuestos a apoyarlos –como lo están haciendo– en los cierres de carreteras y cuantas manifestaciones hayan lugar. En una palabra, concientizando una realidad que durante siglos ha sido la de un pueblo pobre –53 % de la población, por lo menos– que ha visto cómo los privilegios de unos cuantos terminan siempre imponiéndose incluso por encima del bien común.

 

Por donde se le mire a la reforma educativa, esta pretende cambiar al país no tanto en sus modelos educativos, sino en la relación laboral del Estado con el gremio magisterial. Es un modelo que más adelante será implementado –con sus variantes y correcciones, claro– a otros sectores de burócratas que desde ahora debieran poner sus barbas a remojar. Sí, todo ello para que México no se rezague “en el concierto de las naciones desarrolladas” –así lo dicen con bombos y platillos– y pueda competir, así lo primero que tenga que hacer es renovar su plantilla de educadores, que al parecer avergüenza a los tecnócratas educados en universidades extranjeras. Ese afán de uniformar culturalmente a los seres humanos es lo que llaman posmodernidad. Y, algo muy interesante: el proceso comienza con la puesta en venta de la riqueza de la nación que desea civilizarse y/o verse como país de otro hemisferio que absurdamente creen es mejor. Malinchismo de la hora.

 

Al parecer no hay por dónde pueda surgir una solución al conflicto magisterial en el estado. El momento que se vive localmente –vísperas del cambio de gobernador– y nacionalmente –una franca disputa en el PRI por la candidatura presidencial en 2018 mientras el poder del presidente de la república se debilita a pasos agigantados– augura que, de haber una solución, esta será política. A ello apuestan, quizá, los actores, menos el secretario de Educación, Aurelio Nuño. Porque él, de perder esta batalla, se estará despidiendo de la carrera presidencial. No así Eruviel Ávila, gobernador del Estado de México, a quien extrañamente se la ha visto cada vez más activo.

 

Así, pues, mientras al gobierno federal se le ocurre el siguiente paso a dar contra la CNTE –el cual  debe ser pronto, ya que al nuevo gobernador de Oaxaca, quien será mucho más débil que el que abandona el cargo, no le deben heredar un problema de este tamaño–. A menos que tenga en mente hacer una entrada con un golpe de autoridad como es costumbre lo haga todo aquel funcionario que siente no haber sido elegido democráticamente. Esperaremos.

Privilegios y malinchismo

Juan Henestroza Zárate

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