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Oaxaca, junto con Chiapas y Guerrero, siempre destaca en el plano nacional por su rezago educativo, social y económico. Los indicadores que arrojan las instancias gubernamentales como el Instituto Nacional de Geografía Estadística e Historia (INEGI), así como de organismos no gubernamentales y de la iniciativa privada, muestran que la población de esta zona de México no da señales de avance.

 

Estamos tan acostumbradas y acostumbrados a que estos tres estados concentren la pobreza, la marginación, el analfabetismo, las muertes maternas, los conflictos sociales y muchas problemáticas más, que si bajan aún más los índices que reflejan esta miseria no es novedad para la mayoría de las personas.

 

Estamos tan confortablemente adaptados al sistema opresor que nos gobierna, que, pese a la indignación, a las protestas sociales y a los intentos de organización ciudadana, apenas inicia un proceso electoral en nuestro estado o municipio, permitimos que un candidato o candidata impuesto y que no representa las necesidades reales del pueblo gane la elección.

 

Mientras esto suceda, jamás habrá un cambio real, tangible, ya sea gradual o inmediato que acabe con los niveles de miseria que inundan a estos tres estados, porque la acción ciudadana decidida y permanente es la única vía para lograrlo.

 

Salir a las calles a manifestar nuestro desagrado y exigencias a los gobiernos en turno, replicar en las redes sociales las ideas de las pocas personas que han estado trabajando en proyectos de rescate y desarrollo para el país ayuda a este proceso de transformación social y político, pero no es suficiente.

 

Es indispensable que, como comunidad, comencemos por organizarnos comprometidamente a través de pequeños núcleos que a su vez vayan amalgamándose con otros sectores ciudadanos con miras a formar redes sólidas que logren incidir en quienes toman las decisiones en este país, en nuestro estado y, principalmente, en nuestro municipio, población o ciudad.

 

Es cierto que el principio de la democracia es que se haga cumplir el mandato del pueblo, pero, si el pueblo se mantiene como una sombra, como una figura desorganizada, dividida e indiferente a su realidad, los que nos representan en los tres poderes del Estado tienen un escenario despejado y completamente seguro para seguir convirtiendo a México en la zona de guerra y miseria que es hoy.

 

Los oaxaqueños y las oaxaqueñas estamos cercanos a un proceso electoral que se va a desarrollar en un panorama muy distinto a los anteriores, pues el contexto nacional ha dado un vuelco en los últimos que, si bien ahora podría percibir como una pequeña grieta, de seguir nutriéndose y creciendo, puede ser el punto de quiebre que este país necesita para transformar su sistema democrático.

 

La forma de organizarse es muy simple y ya existe. Colectivamente, las personas ya estamos organizadas –aunque patriarcalmente- en instituciones educativas, sociales, políticas, religiosas, laborales, entre otras, que son las bases sobre las cuales nos podemos agrupar e ir planteando propuestas y, primordialmente, tomando decisiones grupales que, al momento de analizar si votamos o no y a quién, nos guíe un objetivo común.

 

Estamos en un momento clave en este país que debemos aprovechar para ejecutar los cambios que cierren con este ciclo histórico de opresión-lucha social-derrocamiento-toma del poder-opresión.

 

Pese a que nuestra historia tiene en sus registros movimientos sociales y armados, lo cierto es que nada cambia. Hay logros democráticos y constitucionales tras estos, pero no los vemos reflejados en la gran mayoría de ciudadanos y ciudadanas, tanto protagonistas como espectadores de los mismos, y es porque no estamos organizados formalmente.

 

Este es un llamado a definir una postura personal y colectiva sobre nuestro papel como agentes de cambio social y político en nuestra comunidad, por ahí comencemos. No podemos seguir indiferentes al grito de auxilio que brota de nuestra tierra cada día.

 

Podemos hacer mucho y también es posible modificar la forma en que se ha venido haciendo. Desde alfabetizar a un vecino, aportar proyectos a la comunidad, compartir conocimientos en nuestros lugares de origen si es que tuvimos la posibilidad de emigrar para mejorar el nivel de estudios, gestionar beneficios a los que no pueden hacerlo por diversos motivos, promover los derechos humanos de un grupo vulnerable, en fin, cualquier esfuerzo personal es suficiente y si se va conjuntando con otros, contribuirá enormemente a un cambio.

 

Lo único que tenemos que hacer es comenzar a agruparnos, ubicar a otras y otros que compartan nuestros objetivos o sueños, proponer, enriquecer las ideas y trabajar con el convencimiento de que alcanzaremos un objetivo.

 

Cuando los que están en el poder moviendo las piezas de este hermoso país, tomando decisiones perciban que están ante una nación organizada y fuerte, ejercerán una democracia real que corresponda a los intereses de su pueblo. Este es el tiempo de las redes, no solamente de las sociales del internet, sino de las redes ciudadanas que rescaten a este territorio en luto del profundo abismo en el que se hunde cada vez más.

Las redes ciudadanas como vía para rescatar un país en luto

Cinthya Lorena Vasconcelos Moctezuma

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