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San Francisco Ixhuatán

Juan Henestroza Zárate

21/10/2016

 

Este domingo 23 de octubre se cumplen 125 años del municipio libre de San Francisco Ixhuatán, Oaxaca. En todo ese tiempo han desfilado por la presidencia municipal 77 munícipes: 75 presidentes y 2 presidentas. Aparte los 7 presidentes o agentes municipales que hubo entre 1884 y 1890, sobre los cuales hablaré al final.

 

Hasta el año de 1940, los presidentes municipales duraban en sus cargos un año, no devengaban dieta alguna –así fue hasta los años 20– y casi siempre habían servido a la comunidad previamente, a veces como topiles o policías. Tenían, además, el consenso de la comunidad. También se caracterizaban por ser personas pudientes porque solo ellos podían dedicarle tiempo al pueblo sin afectar gran cosa su economía.

 

Entre 1941 y 1952, los presidentes municipales duraron dos años en su encomienda y ya, sin excepción, eran remunerados; el secretario municipal, quien era el cerebro de los cabildos, ganaba mejor dieta. Así lo fue desde un principio; tan ello es verdad, que el presidente bien podía ser analfabeto y no pasaba nada si contaba con un secretario alfabeto e inteligente. De ello hay muchos casos, aunque el de más larga fama fue el ikotjs  Norberto Nieto (1836-1916), tata Beto, quien fue presidente en cinco ocasiones e incontables veces agente municipal de Ixhuatán, cuando este aún  no era municipio. Él tuvo su casa y su oficina –cuando agente municipal– en la esquina de Justo Sierra e Independencia, al oriente del mercado público, calle de por medio.

 

Norberto Nieto se mandó hacer un sello de goma con su nombre y con él firmaba los documentos, me informó don Honorato H. Morales. Tuvo como secretario municipal a Ángel Ramírez, de Niltepec. Este, junto con Simón Herrera (de Oaxaca), Modesto Matus (ixhuateco), Narciso R. Méndez (San Dionisio del Mar) y don Zenón Pérez Carrasco (ixhuateco) fueron los secretarios más famosos de aquellos ayeres. En los últimos tiempos fungió como tal Amado Nivón Fuentes.

 

En 1953, se amplió a tres años el periodo de los presidentes, lo que aún sigue vigente aunque hoy la ley permitirá la reelección a partir de 2018. Quien estrenó el periodo de tres años fue don Paulino C. Velásquez –abuelo del actual presidente electo–, a quien, contrario a su nieto, que solo será munícipe por dos años, le tocó en suerte desempeñarse en el cargo por cuatro años, el único que lo ha hecho hasta el momento.

 

No todos los presidentes han durado el tiempo que les marca su encomienda. En 1911, el presidente abandonó el cargo por tanta violencia; lo mismo ocurrió en 1912. Ello, en virtud del levantamiento armado de José F. Gómez, Che Gómez. La gente de este se atrincheró en Ixhuatán por un tiempo, hasta que tropas federales vinieron por ellos y los combatieron, con lo que se suscitó una batalla que dio como consecuencia que los rebeldes iniciaran el incendio del pueblo y lo terminaran los soldados. Ello fue, me lo refirió don Paulino C. Velásquez –y lo corroboré con don Sebastián Toledo– el 13 de abril de 1912, un día antes de que se hundiera el Titanic.

 

También 1916 fue un año difícil, “año que en Ixhuatán hubo el último presidente mareño”, me dijeron. Germán Ventura abandonó su encargo, que lo había tomado de otro ikotjs, Salomón Vicente. Fueron los últimos ikotjs que regresaron a su antiguo poblado para, desde allí, pugnar por que se les devolviera el municipio perdido. Fueron años de conflictos contra Ixhuatán hasta que, en diciembre de 1928, lo lograron. Ya antes, en diciembre de 1926, Reforma –que desde 1920 se había convertido en agencia municipal– se emancipó de Ixhuatán.

 

En 1917, 1920, 1927, 1935, 1943-1944, también quedó acéfalo el cargo de presidente. Las causas: mala salud, violencia de rebeldes, asuntos familiares, incompetencia y un triple asesinato ocurrido la noche de un mes de mayo. ¡Averígüelo, Vargas!

 

Dos presidentes municipales han muerto en funciones. El primero fue Desiderio López, en 1921, por enfermedad. El segundo, en 1934, Mariano L. Gómez, Mariano “Milla”, asesinado cuando era presidente encargado.

 

En 1966 hubo, por única vez hasta ahora, una H. Junta de Administración Civil. Las aguas de la política, nunca limpias, comenzaron a agitarse y a enturbiarse entre los mismos que venían usufructuando el poder. Comenzaron las pugnas y surgieron los grupos de interés. Finalmente, fue elegido un hombre que por sus venas corría sangre ikotjs, lo que a muchos no gustó. Y cuando  el conflicto agrario se perdió lo acusaron de haber vendido los documentos del pueblo, cosa que no fue verdad.

 

Fue hasta 1981 en que otro partido distinto al PRI ocupó la presidencia. Para ese momento la gente, descontenta con el desempeño de los funcionarios municipales, ya los calificaban como “lagartos en el seco”. Lo que vino después ya todo el mundo  lo sabe: una ambición desmedida e insana por el poder. “Todo para que a la hora de la hora no sirvan”, dice la vox populi. Aquí bien cabe una conversación de un exmunícipe con un galeno del pueblo. A la acusación del doctor: “Nada diablo hiciste cuando fuiste presidente”, el exfuncionario municipal contestó, sin titubeos: “Nada diablo, ¡hua! A poco cualquiera pasa tres años en la presidencia tomando y cogiendo a cuanta pendeja se deje”.

 

Lo que muchos ignoran es que en toda esta historia del ayuntamiento de San Francisco Ixhuatán tiene papel protagónico un personaje al que de ningún modo hemos hecho justicia los ixhuatecos: el coronel Francisco León (1846-1916), jefe político del distrito de Juchitán entre 1881 y 1888.

 

Fue Pancho León –así fue más conocido–, por sus pistolas dicen sus malquerientes, quien ordenó que los ikotjs se trasladaran a Ixhuatán –entonces una ranchería de San Francisco del Mar, llamado Rancho del Común-– con todo y su cabildo. Así lo ordenó en 1882. Fue ese el primer paso. El segundo paso fue oficializar aquí el viejo ayuntamiento solo que con  nombre nuevo: San Francisco Ixhuatán, con lo que pasó el viejo, San Francisco del Mar –creado en 1826–, a tener vida de agencia municipal. Esto ocurrió en enero de 1884. Poco después, el 13 de junio de ese mismo año, Pancho León  dotó a los desplazados ikotjs de un ejido que comprendió ambas márgenes del río Ostuta –catalogadas como de las mejores tierras del planeta–: poco más de 9 mil hectáreas, aunque el ayuntamiento de 1929 las calculó en 10 mil.

 

A Pancho León, pues, le debemos los ixhuatecos el que hoy seamos municipio libre. Ello, no obstante que nuestros antepasados de finales del siglo XIX lo calificaron como un émulo de Porfirio Díaz. Sí, fue represor como Díaz, pero también como él buscó que las comunidades aisladas –como cuatro rancherías conflictivas– hicieran un solo pueblo en 1884: Unión Hidalgo. Y a San Francisco del Mar y San Dionisio del Mar los sacó de donde estaban –cierto que sin su consentimiento y algunos me dijeron que con la amenaza de colgarlos si no obedecían– y los ubicó donde había mejor comunicación. También dotó de escuela a dichas comunidades. La escuela de San Francisco del Mar la instaló en Ixhuatán en febrero de 1884. Ah, ordenó la construcción de la casa municipal en 1884, la cual, en Ixhuatán, quedó terminada en mayo de ese mismo año. En fin, hay mucho qué hablar de Pancho León, y así lo hago en un nuevo libro que escribo. Por ahora baste decir que por su autoridad existieron los siete presidentes que hubo antes de 1891, tiempo en que el municipio de Ixhuatán funcionó de facto. En ese contexto, Rosendo Pérez, ixhuateco, fue el primer presidente del ayuntamiento de San Francisco Ixhuatán.

 

¡Muchas felicidades, San Francisco Ixhuatán, Oaxaca!

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