Hubiera deseado, lector/a, que este texto contabilizara como el número 52, que son las semanas que tiene un año. Pero no es así, no obstante estar cumpliendo esta columna, justamente hoy 17, un año de ver la luz en esta plataforma. Ello se debe, informo, no a informalidad alguna de parte mía, sino a una veda impuesta –por motivos más que justificados- por el creador/editor de la página, Michael Molina Matus, a quien desde aquí quiero agradecer su impecable trabajo profesional de edición, el cual por cierto en un principio estuve renuente a aceptar, actuando mi papel de escritor avezado –santón, se les llama- y de hombre viejo muy leído y algo vivido.
Así, pues, este texto es apenas el número 51 (quien vea en esto presunción, pues, ¡órale!, véalo así; ya que no soy rico en dineros, por lo menos quiero y puedo serlo en vanidad, tal y como lo expresé públicamente el sábado 13).
Quiero decir aquí el lugar común que se aplica a la disciplina de escribir asiduamente durante tanto tiempo: “Escribir parece fácil, pero no lo es”. Por supuesto que nada es fácil, tan es cierto ello que hasta las necesidades fisiológicas arrostran dificultades.
Si escribir semana a semana un texto extenso como son los míos no es fácil, tampoco es fácil que un lector/a me lea con esa misma frecuencia. Soy dichoso por contar con excelentes lectoras/es, que pública o privadamente me notifican que me leen. Habitualmente ellos son amigos/as míos/as, gente que me aprecia, que me conoce, y algunas de ellas en sus ratos libres me admira. Otras personas hasta se atreven a decir que gozan con mis textos, que ríen y que son felices. Asimismo, hay uno que siempre me relee: él es nuestro editor en jefe de PANÓPTICO IXHUATECO. ¿Ah, verdad? Solo así se explica que mis textos salgan con impecable factura cada día de la semana.
A todos mis lectores les agradezco mucho su lectura durante todo este año sin importar que me regalen o no un like. Y, así como dicen que el aplauso es el alimento de los artistas, la razón del trabajo de un escritor/periodista es formar lectoras/es que estén pendientes de buscarlo en día y hora estipulados, detalles estos de suma importancia. Y, cuando ellos se atreven a expresar su opinión de lo leído, mucho que mejor.
A dos o tres lectores les debo –cosa que les agradezco- una que otra corrección de datos erróneos que contenían mis textos. Hasta a quienes me critican -evidenciando, si no mala leche, sí un malestar a mi persona o manera de ser- les agradezco por haber invertido su tiempo en leerme. Ellos me ayudan a que me esculque buscando en mi egocentrismo las razones de sus críticas para corregir el rumbo. Lástima que a veces no den la cara, así usen nombres propios, apellidos y hasta títulos.
Por otra parte, tengo que hacer una confesión: me he releído flagrantemente. No solo eso, sino que me gustó haberlo hecho, Narciso al fin. Me di cuenta de que mucho de lo que escribí formará parte de mi pequeña historia personal y, quizá, de la de mi comunidad. Anhelos ambos, debo reconocerlo, que me guían a la hora de pergeñar mis escritos.
La importancia que para mí tiene la plataforma digital también la asumo sin taxativa. Ello no solo porque PANÓPTICO IXHUATECO sigue vigente después de un año, sino principalmente porque en su formato es pionero entre nosotros los ixhuatecos. Por eso hago mío lo que expresó Ayrton Senna da Silva (1960-1994), un exitoso piloto de autos: “El segundo es el primero de los perdedores”.
Lo escrito por mí en todo este tiempo conformaría un libro de 192 páginas o, dicho de otro modo, un texto de poco más de 90,000 palabras. Libro que requirió que yo invirtiera en promedio cuatro horas por colaboración (una hora por cuartilla), esto es, un total de 205 horas de mi vida. Ahora estoy en la misma tesitura en que se halló en su momento el escritor y político español Emilio Castelar (1832-1899). Citado por Andrés Henestrosa (1906-2008), este refirió que a la pregunta de cómo escribía sus textos de oratoria Castelar respondió: “Con veinte años de lecturas y una hora de escritura”. Misma respuesta que Henestrosa dio al escritor mexicano Ricardo Garibay (1923-1999) cuando este le preguntó cómo urdía sus artículos periodísticos, que, a decir de aquel, sumaron la friolera de 70,000. Yo añadiría que escribo con el diccionario e internet a manos, herramientas que no solo me proporcionan la información que me interesa mostrar al lector/a, sino que también evitan que tenga una cauda de errores en el idioma.
Si pensamos que cada texto mío lleva en promedio 10 minutos en leerse, sumaría poco más de 8 horas leer todos. Y si, como dice nuestro editor, un promedio de 60 a 80 personas –o más- ingresan a la página cada día, la pesca no solo es abundante y generosa, sino de aplaudir y agradecer. Ello nos dice, de paso, que se ha formado ya un público y que en este –así quiero creerlo- destacan los y las ixhuatecos/as.
Lo anterior viene a cuento porque el pasado sábado 13, día de San Antonio de Padua –santo protagonista en una hermosa historia de amor que tejió Donají Henestrosa en su libro “Istmo de flores”, de 2003, en torno de la aún recordada Blandina Medina-, se llevó a cabo con dos días de anticipación el festejo del primer aniversario de PANÓPTICO IXHUATECO.
Con premeditación, desde el 5 de mayo, se giró en Facebook la invitación para el huateque no solo a los poco menos de 700 seguidores de la página –en sus dos vertientes-, sino a los amigos/as de todos y cada uno de los que en ella escriben. Lugar: casa de cultura Andrés Henestrosa. Horario: 18:00 horas de verano (para distanciarme del horario normal, de Dios o de la resistencia, del que en otra ocasión diré por qué no me agrada pregonarlo).
Mis expectativas para el evento eran altas porque estoy acostumbrado a pensar en positivo –igual que Vicente Cortés Gómez, director de la casa de cultura, a quien agradezco el espacio y el apoyo logístico- y por mis múltiples experiencias como organizador de programas culturales en el pueblo. A través de los años, siento que se ha logrado hacer un público, cierto que minoritario, que gusta de dichos eventos. Así que, aunado a que hay escasez de dichos actos, supuse se contaría con alrededor de 60 asistentes.
Sin embargo, siempre hay un pero, un prietito en el arroz. Esta vez lo protagonizó la tímida tormenta tropical 3-E, estacionada en el océano Pacífico, frente a nuestras costas. El jueves por la noche, ella sola rompió con la sequía que se venía padeciendo en la región. Llovió todo lo que ella quiso y pudo, alegrando con ello a todo el mundo, incluso a mí porque supuse había aún tiempo como para que ella hiciera mutis y nos permitiera realizar el evento sin contratiempos.
Había programado tres días de anuncios en uno de los tocadiscos –aquel que ensordece más a la gente-, pero el mal tiempo, por una parte –lo que me agüitó-, y mi desmemoria, por otra parte, impidieron que me acordara de ir a dejar la invitación. Finalmente, fui el viernes temprano.
Como por arte de magia, después del primer anuncio del viernes, escampó, lo que generó un comentario del profesor Clemente Vargas: “Yo no sé si fue lo ruidoso del anuncio o es que usted tiene algún poder”, dijo más o menos. A pesar de repetirme que no pasaba nada, no pude evitar dejar de preocuparme por la ventura del evento, no porque no hubiera lugar dónde guarecerse del mal tiempo, sino por la asistencia de público.
Con el anuncio, muchos en el pueblo, aquellos que no tienen Facebook, se enteraron por primera vez de la existencia de PANÓPTICO IXHUATECO. Lo primero que llamó su atención fue el primer vocablo. Tres personas adultas me preguntaron por dicho significado, a quienes respondí. En el evento diría que el hermoso logo, publicado en Facebook el 14 de julio de 2014, había sido realizado por Lulú Late.
No habrá faltado quienes, ante los 15 nombres citados en voz alta como escribidores de la página, se hayan preguntado: “¿Hijo de quién es ese?”. Dos familias, por lo menos, se enteraron en ese mismo momento de que sus vástagos vendrían al pueblo al festejo, lo que, a decir de estos, les generó un comentario con pretensiones de ser llamada de atención.
En el transcurso de un año han escrito en la plataforma –algunos en pocas ocasiones y otros solo en tiempos recientes- quince personas, incluido este servidor. Ellos son: Manuel Antonio Ruiz, Joselito Luna Aquino, Cinthya Lorena Vasconcelos Moctezuma, Antonio Vásquez Henestrosa, Michael Molina Matus, Franco Carrasco Aguilar, Florentino Cabrera, Bersaín Hernández Castillejos, Clemente Vargas Vásquez, José Enrique Mauleón Medina, Anel Sánchez Cortés, Manuel Matus Martínez, Alhelí Ruiz Fuentes y Manuel Camacho.
Debo decir que a varios de ellos no los conozco personalmente, solo por sus fotografías. A otros pocos los conocí el 29 de diciembre del año pasado en la estación de radio La Ixhuateca. Al día siguiente, 30, a todo el grupo llamé públicamente panoptiqueros –esto es, gente que escribe en PANÓPTICO-, en un texto donde reseñaba ese primer encuentro –que, por cierto, aspira a ser anual-, el cual publiqué en mi muro de Facebook.
Finalmente, el sábado 13 amanecimos con la novedad que la tormenta ya no era tal, sino un huracán categoría uno llamado “Carlos”, igual como se llaman un primo y dos sobrinos míos, buenas personas los tres. Justo a las 11:00 a. m., cuando teníamos una reunión preliminar en el lugar del evento los seis panoptiqueros que estaríamos ante el público, la lluvia dejó de caer. No me duró mucho el gusto porque la lluvia regresó más tarde en toda su intensidad y, ahora sí, me metió serias preocupaciones respecto de la realización del festejo, el cual en sus orígenes se había pensado sería una vela, con calenda y todo.
La prisa que hubo entre las 4:30 hasta las 18:00 horas corrió por mi cuenta y, quizá, por la de quienes estuvieron a cargo de la logística en la casa de cultura –encabezados por mi sobrino Cecilio Pineda Henestrosa-, a quienes desde aquí agradezco sus excelentes atenciones.
Llegada la hora, todos listos y bien vestidos como aconseja el ritual –yo hasta estrené una bonita camisa azul de lino que me regaló mi hijo mayor-, iniciamos el evento al aire libre teniendo por encima el tránsito de nubes siniestras cargadas de agua. Se anticipaba un desastre, por lo que los panoptiqueros estábamos sintiendo en nuestras cabezas –al menos yo sí- la célebre espada de Damocles o, de plano, el cuscús o cinco-cinco allá donde ya saben.
El público comenzó a llegar, cual danzantes de Pina Bausch (1940-2009), lenta y armoniosamente. Uno a uno se sentó en los más de 30 lugares disponibles en el foro.
Me tocó moderar el evento de siete panoptiqueros, entre ellos una compañera que se presentó a última hora, así como un trovador solitario externo al grupo, contratado por Franco: Francisco Hernández, quien estuvo encargado de amenizar con su guitarra, su voz y sus sentimientos todo el evento.
En la velada se dijo todo aquello que quisieron decir todos y cada uno de los allí convocados y convocantes. Abrió el evento nuestro editor ausente, Michael, con un video de tres minutos que sintetizó la página e hizo un repaso somero de lo que en ella hacemos los que escribimos. Más adelante hubo también dos participaciones más, emotivas, de dos ausentes: la de José Enrique –un video grabado en el ambiente del Monumento a la Revolución, lo cual particularmente me emocionó, más cuando el compañero nos envió una foto del plantón de los profesores de la CNTE en ese sitio- y la de Cinthya, un bello texto exudando feminismo que leyó muy bien Antonio Vásquez.
El primero en hablar en vivo fue el joven Franco, quien leyó un brevísimo y hermoso texto suyo. Le siguió el compañero Clemente, quien también se lució recordando su inclusión reciente. En otro momento fue más allá al presentar un son regional de su autoría, “El edén”, poema suyo que musicalizó el músico Eusebio Katt, al parecer de Tehuantepec.
Conforme mis compañeros participaban, yo daba cuenta del evento, vía Facebook, a quienes estaban ausentes, corriendo el riesgo de ser criticado por clavar mis ojos en el móvil. Por esta misma vía se comunicaron conmigo algunos de los seguidores, de dos de ellos leí públicamente sus textos breves de felicitaciones.
Le tocó turno a Antonio Vásquez, quien leyó su preciosa prosa poética que lo caracteriza. Yo estaba encantado con el transcurrir del acto máxime que la amenaza de lluvia parecía haberse disipado del todo y el público contabilizaba ya 39 adultos y 5 niños, uno de estos, al final del evento, me daría una sorpresa que más adelante contaré.
Alborozado y alborotado por el éxito, se me ocurrió agradecerle a “Carlos” las facilidades brindadas para la realización del evento, lo que tanta gracia causó a Joselito, quien, acto seguido, al tocarle su turno, expresó magistral y amenamente su pensamiento al público. Una vez concluyó, le tocó el turno a Alhelí, quien narró la manera en que fue invitada a participar y su accionar en la página durante el año que culmina.
¿El público? Muy atento y respetuoso sin importarles la sencillez del acto, disfrutando de la música del trovador, quien interpretó el son “La Martiniana” (A. Henestrosa) y dos valses: “Linda Oaxaca” (Jacobo Kendis) y “Mi cuna humilde” (Eustaquio Jiménez G.), así como otras dos melodías más. Cuatro mujeres, diligentes, comenzaron a servirles café, bocadillos y trago, los dos últimos cortesía de Joselito, quien poco antes de las 18:00 horas ya había dado inicio con las rondas de mezcal, que por suerte encontró a uno que otro su cuachi (gemelo), igual que el sonido halla su eco. Vi a mis invitados, que una vez más no me fallaron. También detecté a los invitados de mis compañeros/as y a algunos de sus parientes. Destacó, sin duda, mi pariente Che Juan, bien portado.
Manuel Antonio fue el último de los protagonistas de la palabra. Fiel a su discurso y temas que en la plataforma ha desarrollado, esta vez no fue la excepción: los recalcó para que nadie los olvide o para que quienes lo ignoran lo sepan.
Liviano por ver que todo salió de la mejor manera posible –una vez nos felicitamos y abrazamos entre todos y con el público- y que el clima era inmejorable, hicimos el brindis con todos los presentes con el vino tinto que Antonio Vásquez aportó. Luego varios visitantes nos tomaron la foto testimonial del recuerdo que certifica que estuvimos allí haciendo historia, aunque de ello muy pocos se dieran cuenta.
Un niño de quinto grado de la escuela primaria Andrés Henestrosa se acercó a saludarme acompañado de su madre. Lo vi radiante de alegría, cosa que me satisfizo. Pero a la hora que me dijo que él estaba pensando ingresar un día no muy lejano como escritor de PANÓPTICO IXHUATECO, eso sí que me hizo el día. “Así será”, le dije, al tiempo que le estrechaba la mano. Por ese tipo de experiencias, palabra que todo lo que se haga por la cultura bien vale la pena, ¿no creen?
Sábado 13: año uno
Juan Henestroza Zárate
Cortesía: Luis Antonio Vásquez Henestrosa