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Las palabras no siempre fueron, ellas se nacieron ante la necesidad. Así cuentan los abuelos de nuestros abuelos, los más antiguos, los llamados binnigulaza.

 

Cuentan que todo empezó con el tiempo, que sea, cuando el tiempo no existía y tuvo necesidad de existir, que sea, que ya son dos historias que se entrelazan la una con la otra, que sea, se arma un enredo.

 

Y es que, bueno, los enredos son muy buenos porque representan las oportunidades y hay sus muchas formas de enredos: Cuando las plantas trepadoras usan a otras para trepar; cuando hay problemas que no encuentran una su salida;  cuando se usa un vestido de enredo como fue la vestimenta de los pobres en tiempos de la invasión española; o, como cuando una pareja se forma y algunos no están de acuerdos, entonces se dice que se enredaron. Y así, muchos enredos.

 

Entonces, cuentan las abuelas de nuestras abuelas, que no había necesidad de medir las horas; la gente sabía que el ojo se abre poco antes de que sale el sol; que se come antes de que de hambre; por eso hay que salir a trabajar antes de comer. Entonces no había necesidad de medir el día, ni necesidad de un horario de verano en primavera, ni un horario normal, de dios o de la resistencia o de invierno en otoño.

 

Fue entonces que los malos naguales, los que endurecieron su corazón, los que vinieron a exigir productividad, por eso es que dijeron: Que mejor haya tiempo.

 

Fue entonces que, ya que dijeron que hay productividad y que se mide el tiempo, entonces lo dijeron las gentes: cómo es que vamo medir el tiempo? ¿Pa´ qué lo queremos medir el tiempo y la productividad?

 

Bueno, se dijeron, los naguales de corazón endurecido, bueno, los tiempos modernos, sí, los tiempos modernos no son los tiempos de los viejos, porque los viejos tuvieron su tiempo antiguo que sea, otros tiempos y otras historias avejentadas. Mmmm, se pensaban los abuelos de los abuelos, mmm, ¿Qué será que lo quiere decir su pensamiento revuelto del nagual? Qué será que se quiere explicar que no se encuentra su palabra?

 

Bueno, seguían los naguales, los tiempos modernos, que son los tiempos de la juventud, que son sus hijos e hijas, eso tiempos que son los futuros de sus pueblos, son los tiempos, son los tiempos que quieren un nuevo tiempo, una nueva manera, ese es el tiempo que vamos a llamar desarrollo. Ese desarrollo se mide en la bolsa de valores, que sea, en la gran ciudad hay quien mide las ganancias, y los desarrollos. Ustedes solo deben cambiar su hora del reloj y ya vamos a entrar en el desarrollo. Al saber que quieren ellos, se dijo la gente, pero bueno, que se cambie su hora, nomás que el zanate no sabe de reloj y si uno no llega antes que el zanate, vamo quedar sin maíz.

 

Así fue que el desarrollo se hizo jefe de los gobiernos, y lo mandaron a los malos gobiernos a que exigen a las gentes a que haya mayor productividad, fue así que dieron la orden de que algunos negocios de bebidas cierran a las 8 de la noche. Y así se convirtieron los gobiernos locales en una especie de capataces que mandan a la gente a que no tenga libertad de hacer lo que su conciencia lo manda.

 

Así contaron los abuelos, que a Guidxiyaza llegó el primer reloj de la historia, que mide las horas productivas y las improductivas, que sea, se mide a los que se mueven como que trabajan y aquellos que disfrutan de las hamacas, que sea, unos dicen que los otros son los improductivos. Entonces pa´ que haya menos horas improductivas, lo pusieron una música de campana que despierta al que anda dormitando. Entonces el reloj que quiso medir las horas productivas terminó midiendo la improductividad, que sea, fracasó.

 

Así que el tiempo que estaba acostumbrado a medirse a sí mismo por las horas de luz y las de descanso se sintió desconcertado, que sea, entró en crisis existencial. Entonces el reloj  empezó a preguntarse ¿Qué hago ahora que mido lo que no debía medir? ¿Soy el mismo ahora que antes? ¿Quién soy? ¿A dónde voy?

 

Por eso es que hasta ahora la palabra explica, pero antes cuestiona; aclara después de meter duda; anima cuando ha causado el desánimo; construye no sin antes destruir; aconseja pero también insiste, convence, motiva, entiende, intuye, retumba, grita.

 

Fue así que hubo tanto enredo en el tiempo y la palabra que el tiempo decidió suicidar a una parte de sí, o mejor le llamamos tempocidar (de tempus que es tiempo y de caedere que es matar) de ahí mucha gente aprendió a tempocidar, que sea, a matar el tiempo. Ya sea acostado en la hamaca sin descansar, que sea sin necesidad de reponer fuerzas porque nos las ha gastado; mata el tiempo metido en el celular incomunicado con el entorno; mata el tiempo metido en el colegio desaprendiendo la cultura propia; mata el tiempo yendo a la escuela en lugar de investigar y de aprender la vida, el trabajo, el amor, la ciencia, la lluvia, la sabiduría; se mata el tiempo y la producción y abre la puerta a la miseria.

 

Fue así que el reloj de Ixhuatán, en acto heroico, se tempocidó. Sus manecillas se autoahorcaron a las 11:55, justo a la hora en que robaron el equipo de video del colectivo Utopía que se hospeda en la Preparatoria Comunitaria José Martí. A la hora del sueño y del engaño. A la hora del diablo, a la mala hora nocturna; a la hora que se duermen las conciencias. En un intento de aparentar, socialmente, muerte natural la hora se acomodó a las 9:25.

 

Ahora cada quien tiene su tiempo y cada cual su palabra. Éste es mi tiempo de compartir y mi palabra es que debemos impedir la apertura de salineras en aguachil y el mar muerto y también debemos impedir la instalación de la  mina Santa Martha en Zanatepec y cuidar y conservar el río Ostuta.

Tempocidio

Manuel Antonio Ruiz

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