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8/1/2016

 

Hay tantos temas de qué hablar, lector/a, que yo lucho por cuál de ellos decidirme. Esta es mi colaboración número 78 en PANÓPTICO IXHUATECO –donde ya hice querencia por año y medio, cumplido el pasado 17 de diciembre-, y como ya es mi costumbre la vengo ideando desde 3 o 4 días antes. Esta vez pensé en algo relajante o light para entretener el ocio de la gente. Guiado por ese norte me dispongo a hacer un texto tutti frutti, si se me permite la expresión y se me da la licencia correspondiente.

 

Primero quiero referirme al  sismo de 6.4 grados Richter que sacudió el Istmo de Tehuantepec –y obviamente Ixhuatán- el viernes 17 de diciembre, proveniente del rumbo de Tonalá, Chiapas. Él nos confirmó que Oaxaca no solo es tierra de muchas lenguas, platillos exquisitos, indumentarias y artesanías extraordinarias, música inolvidable, pueblos mágicos, asiento de culturas milenarias y etnias múltiples, sino que también, y sobre todo, es tierra de temblores, pues supera las más de las veces a los estados de Guerrero y Chiapas. Ah, Oaxaca es también un estado con muchos políticos caciques que se valen del atraso de los pueblos que ellos prometen resolver en cada elección pero que en los hechos nunca lo hacen, sino que, por el contrario, lo propician  al saquear el erario. Los caciques son peor que sismo en Oaxaca, y en 2016 volverán a hacer temblar todo el estado.

 

Quizá porque los ixhuatecos/as estamos muy sensibles por vivir ahora en la zozobra –producto de frecuentes y consecutivos actos delictivos acaecidos en el pueblo- el sismo asustó mucho y obligó a recurrir al remedio clásico: beber agua y pegarse el pulso del brazo. Por fortuna no hubo consecuencias qué lamentar, solo una que otra cuarteadura del repello de algunas casas. ¿O no?

 

En el pueblo está arraigada la creencia de que un sismo anuncia cambio de tiempo, bueno o malo. Y esta vez todo el mundo lo creyó confirmar, ya que no tardó en presentarse un norte fuerte que dio al traste con los proyectos de limpieza para recibir a los vacacionistas. Además de polvo y basura, el norte trajo frío que sirvió para aliviarnos del calor que en los últimos días no había dejado de sentirse.

 

En estos tiempos que corren la gente se resguarda temprano en su casa. Un hombre viejo me dijo que después de las 9:00 ni los perros se atreven a andar en la calle. No es tanto porque tengan miedo, sino porque de por sí ya no hay muchos perros que vigilen la calle –al menos las del centro de la población-, además de que sus amos cuentan con zaguán y no los dejan salir de noche por el riesgo de que muerdan a la gente y los maten con veneno en represalia.

 

Una noticia proveniente de Seattle, USA, llamó mi atención. Allá, en un sitio llamado Pike Place Market, las autoridades –quién más- decidieron destruir una especie de nicho turístico que se había formado en derredor de una pared de 4 metros de alto por 15 metros de largo. Consideraron que debían quitar de dicho muro los 1000 kilogramos de chicle que desde 1993 la gente venía pegando en ella, con lo que se convirtió por ese hecho en algo que llamó la atención de los turistas y el lugar se volvió un atractivo de los visitantes. Un poco parecido con lo que ocurre con la Fuente de Trevi en Roma o el Puente de las artes en París. En el primero, como bien se sabe, los enamorados lanzan monedas, en tanto que en el otro cuelgan candados. Llegaron a ser tantos los candados que se puso en peligro la estructura del puente del siglo XIX, por lo que en mayo pasado comenzaron a ser retirados de manera definitiva, no así  la costumbre de arrojar monedas a la fuente, que es, válgase la redundancia, una buena fuente de ingresos que cada año se aproxima más al millón de euros.

 

Al saber lo de Seattle de inmediato recordé que en Ixhuatán en los años 60 y 70 se usaba por la juventud de la época una expresión no exenta de encanto, “pegar su chicle”, como sinónimo de enamorar. Debo decir aquí que el chicle estaba en boga entre la juventud, por lo que muchos chamacos lo vendían en las fiestas.

 

Oí la expresión allá por 1966, pero fue mucho más tarde en que me vine a preguntar cómo fue que ella nació. Con el tiempo supuse que fue protagonista un adolescente que llegó a una de las tantas refresquerías de la calle que había en ese tiempo y se sentó en el banco de madera a esperar a una muchacha, la que no sé si burlona o despectivamente llamaban “pior es nada”, calificativo que por cierto era aplicable a ambos sexos.

 

Una vez se presentó la “cuera” (mujer), el “barraco” (verraco, hombre) –sin que nadie se diera cuenta- sacó el chicle de su boca y lo pegó debajo de la mesa o banco, ello con la intención de tener más libre la lengua y poder enamorar a su sabor. Usó, como quien dice, su labia. Si logró concertar una cita fue señal de que había “pegado su chicle”, que funcionó su enamoramiento y se puso en camino de pegar su boca también.  

 

Por un tiempo viví sin preguntarme si mi historia tenía visos de ser verdad, hasta que decidí rastrear el origen de la simpática expresión y me enteré de que es muy mexicana, esto es, que tuvo su nacimiento probablemente en el centro del país, quizá en la Ciudad de México. Entonces caí en la cuenta de que al pueblo habrá llegado traída por algunos de los paisanos con fama de donjuán exiliados allá, o bien por otro congénere suyo que la escuchó en alguna de las tantas películas mexicanas de la época –de  donde estoy cierto los ixhuatecos han nutrido su lenguaje- exhibidas en el cine Lux en aquellos ayeres. Dejo al lector que aporte lo que sabe al respecto para enriquecer la historia.

 

Otra noticia que me interesó fue aquella que refería que las telenovelas habían pasado a mejor vida, esto es, habían ya cansado al auditorio que por décadas tuvo cautivo. No diré que no me dio gusto saberlo, pero, en cuanto recordé que las novelas han sido entretención de mucha gente pobre y sencilla –con sus excepciones, por supuesto-, que de otra forma quién sabe qué fuera de sus vidas, la alegría se me diluyó. Lo mismo al recordar que hay mucha gente que vive de esa industria. Y algo más: las novelas son un producto que trae divisas al país y que son una aportación –si no original sí de mucha calidad a decir de los expertos- de México al mundo. Novelas que en Ixhuatán, una vez se pudo ver la televisión, en 1969, dieron pábulo a varias historias, en algunas de ellas culpándola de lo que los hombres llamaron liberación femenina, todo porque sus esposas, ocupadas como estaban frente al televisor, se olvidaban de atenderlos tal y como lo venían haciendo. Ah, también dijeron que dichas novelas les abrieron los ojos y el entendimiento a algunas mujeres casadas y les hizo pensar cosas prohibidas para ellas, no así para sus  esposos.

 

No solo las telenovelas ya no gustan del modo en que las vienen reciclando, sino que la televisión abierta va a sufrir un cambio con el apagón analógico, que concluyó en todo México –incluido Oaxaca- este 31 de diciembre y que en Ixhuatán no veo exista alarma al respecto quizá porque muchos tienen su pantalla y servicio de cable.

 

No puedo dejar de mencionar que el apagón analógico se llevó a  Chabelo, quizá sin querer queriendo, diría Chespirito. El 20 de diciembre se transmitió su último programa después de estar al aire por casi 48 años consecutivos, todo un récord, solo superado por Don Francisco, quien también fue despedido este año después de permanecer por 53 años en su programa. Ahora falta Joaquín López-Dóriga.

 

Yo supe de la existencia de Chabelo hasta que  llegué a la Ciudad de México, en 1970. Nunca vi completo un programa suyo, ni cuando mis hijos lo sintonizaban. El personaje en sí nunca llamó mi atención, igual que me pasa con casi todos los comediantes de Televisa y TV Azteca. Sin embargo, mis respetos para Chabelo por su disciplina para el trabajo y su capacidad para entretener a tantas generaciones de niños, toda una hazaña.

 

Tropecé con la noticia del estreno mundial de la saga de Star Wars: The Force Awakens. Ya me había enterado de que la preventa de boletos había impuesto récords y que se esperaba sea de las películas más vistas en todo el mundo, cosa que obviamente no llama mi atención toda vez que su publicidad es apabullante, también todo un récord mundial. Yo solo una vez fui al cine a ver una entrega de la saga, llevé a mi hijo menor, que por ser muy pequeño no le gustó y yo me dormí. ¡Quién me diría que mi vástago se convertiría en un fan de la saga! 

 

Entiendo el fenómeno de masas, el fanatismo de la juventud actual, que vive de modo diferente a como vivió mi generación, exactamente el modo que a ellos les corresponde. Ni más ni menos. Ni bueno ni malo, excepto en los casos en que llegan al extremo: frikis. Y quizá ni entonces. Para mi fortuna no me interesa la saga, y si me gustara me resulta imposible fanatizarme. 

 

Los frikis no me dan miedo, me sorprende –porque entre ellos hay muchísimos que son personas inteligentes- que renuncien a ser ellos mismos –así sea a ratos, si se quiere- en aras de interpretar a personajes ficticios con los que se han obsesionado desde la niñez. Bueno, así lo miro, quizá esté equivocado.

 

Finalmente, para no cansarlo ni robarle más su tiempo, lector, lo invito a que vuelva al pueblo a ver a su gente. Acá en Ixhuatán el cielo, sus estrellas y la Luna, ajenos a lo que nos ocurre a los ixhuatecos/as en cuanto a seguridad, siguen inalterables ofreciendo su belleza para quien quiera disfrutarla. El 25 de diciembre a las 7:00 de la noche se tuvo la Luna llena en todo su esplendor después de 38 años de no ocurrir el fenómeno. Y qué mejor lugar para haber visto la Luna que en la tierra donde se ha nacido.

 

Todos debiéramos disfrutar la Luna, el cielo y las estrellas de Ixhuatán, hasta aquellos que tienen la encomienda de dañar a la sociedad o quienes se dedican a pescar en río revuelto o quienes llevan agua a su molino partidista prometiendo “el oro y el moro”, que no es otra cosa que mostrar el cobre y la mezquindad humana en momentos de apremio. Qué diremos la gente buena, responsable, positiva y constructiva como usted, lectora, lector. Así que solo me resta desearles que tengan un espléndido 2016 y, si mi editor en jefe Michael no ordena otra cosa, acá mismo nos veremos el próximo miércoles.

Tomada de rethinkingcompetitions.com

Texto tutti frutti

Juan Henestroza Zàrate

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