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3/10/2015

 

Ayer se cumplieron 47 años de una de las noches más trágicas en la historia mexicana, que nos recuerda la brecha que hay entre Estado y sociedad. El 2 de octubre del 68 nos dejó marcado que no podíamos confiar en las instituciones que debían estar del lado del pueblo y de aquellos estudiantes que solo buscaban un cambio de paradigma.

 

La matanza de estudiantes, pero de estudiantes que encaran al sistema de gobierno podrido en sus entrañas, es una muestra de desespero ante la inminente evidencia que estos hacen a los que representan el sistema endurecido de unos cuantos y que sirven a pocos. La represión del Estado mexicano ha sido la clara respuesta ante las demandas sociales del pueblo, de cualquier sector de éste, ya sea estudiantes, campesinos o amas de casa. La realidad es que hay insensatez para tratar los asuntos que resultan incómodos por ser reclamados de manera pública.

 

La víspera de los Juegos Olímpicos en aquel año que estaban programados para realizarse en nuestro país fueron el detonante para sacar el brazo armado la noche en Tlatelolco y teñir de sangre cada uno de los espacios donde fueron masacrados los jóvenes, que al dispararse las bengalas estaban condenados a la peor tragedia de su vida.

 

Nos dijeron que las víctimas oficiales no pasaron de 40; sin embargo, medios independientes registraron más de 200 víctimas mortales, un crimen de lesa humanidad claramente en manos del gobierno de Díaz Ordaz, quien declarara que lo hizo por proteger al país de jóvenes comunistas.

 

Este hecho y el ocurrido hace un año en Iguala, Guerrero, con la matanza de los normalistas de Ayotzinapa, nos hace ver que no hemos aprendido las lecciones que la historia nos ha dado, para nuestra desgracia llenas de sangre siempre, pues el pueblo mexicano no ha sido capaz de quitarle la capota al gobierno y hacerle pagar por tantos crímenes cometidos desde sus instituciones. No hemos tenido el valor de encarar y tener gobernantes que estén con el pueblo; por el contrario, seguimos eligiendo a los mismos de siempre, quienes repiten estos actos de crueldad, pues saben que en la posición en la que están no recibirán castigo alguno porque el mexicano es tolerante ante la muerte de sus estudiantes y la matanza de su pueblo.

 

¡Ni perdón ni olvido! ¡Nunca más una noche roja! ¡Nunca más una matanza de estudiantes! La historia juzgará a los cobardes asesinos.

Tomada de www.webcronic.com

Tlatelolco no se olvida

Enrique Mauleón Medina

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