Que estemos vivos en sí ya es un triunfo.
Iniciamos con un año recorrido con ímpetus y muchas ganas. Yo inicié en PANÓPTICO con una columna sobre Cachimbo. Desde ese entonces iniciaban los trolles a seguirme. Una mala lectura los llevaba a conclusiones distintas a la planteada en la columna. Hoy sigo leyéndolos y confirmo que mi vocación de imán de trolles permanece sin cambios.
De PANÓPTICO la primera referencia que tuve fue por un artículo de Juan Henestroza; siguieron otras dos lecturas, y creí que era un blog más. Seguí viendo comentarios desde mi muro porque mis contactos en Facebook compartían los artículos. Pero los miraba de lejos. No más.
Al poco tiempo, su editor me contactaba. Previo me había monitoreado y me lanzó, una vez concluido el formalismo de presentación, de qué se trataba PANÓPTICO y si aceptaba. Estaba disponible el jueves. Me dijo las reglas, a qué correo enviar la columna, de preferencia con anticipación para su revisión y publicación. La página tenía un sitio bloguero y carecía entonces de identidad que hoy tiene en el triple W.
Me tocó ser compañero de día con Manuel Matus hijo, aunque él ya no publicaba. Después llegó Clemente Vargas, ex compañero de primaria y secundaria y exitoso hombre de medios en Ixhuatán.
Escribía, y un día se nos ocurrió una mesa redonda; diciembre fue la cita, y cada uno tuvo rostro para mí, dado que a la mayoría o no los conocía o de plano los conocí de muy niños. Tuvimos poco público, y fue un éxito como ejercicio. De ahí salieron otras propuestas que no han cuajado. Pero debemos dar ya ese salto necesario, puesto que hoy ya estamos en los reflectores de los ixhuatecos, sin duda.
El celebrar nuestro aniversario tuvo muchas ideas. Al final nos faltó más gas, pero aun así la cita tuvo éxito en el tráfico de comentarios de las redes sociales. Ya fuimos visibles para los que aún no nos leen, y los que sí nos hicieron el favor de compartir en sus redes la invitación. Ya es algo.
Ni la lluvia ni las advertencias por el clima de inseguridad en el pueblo ni el chikunguña pudieron hacer que preparara la guayabera (que al final no me gustó el modelo que escogí) y más detalles como si fuera el mayordomo de la fiesta. Movilicé manos para las botanas, y con ellos los naturales reclamos de por qué a estos eventos si agendaba y a los de la familia ponía pretextos. Ya me tocará pagar las visitas que debo.
Viaje de 12 horas para llegar, casi no dormir, espalda en periodo de rehabilitación y cansancio… no fueron obstáculos para no llegar al pueblo.
Las botanas estuvieron a la hora pactada. El mezcal (un arroqueño con mexicano reposado en barrica de roble americano blanco) amenizó desde el mediodía mi garganta, y busqué pícher (compañero de trago, pues) para en la tarde y con mezcal subí a la mesa de honor. Hasta ahí llegó un vaso con café que permitió recuperar lo que el mezcal ya deshojaba en mi cerebro.
Por cierto, La Almendrita hizo escuela porque hoy el mezcal sigue siendo una bebida no muy bien aceptada por contemporáneos míos, que aún lo ven como bebida de borracho en etapa terminal; lo entiendo, así me pasó al inicio, cuando me vine a vivir a Oaxaca, hasta que tuve que derrumbar ese paradigma.
Seguí con la bebida y regresé con medio litro. Al whisky lo escondí, creí no pertinente sacarlo, puesto que no combinaba ni con el evento ni con las botanas. Cosas de maridaje y de crítica de clase, pues la veda se la impuse yo.
Terminado el evento, a tomar el autobús de 10:00 de la noche, pues manejar se me hizo un riesgo innecesario, y no lo opté por él. Dispuse mis sentaderas en el asiento y, feliz, el sueño llegó a mi hasta la madrugada. Ese viaje valió la pena.
Agradecí el gesto de Adrián Morales para con Deya, una de mis dos madres, y mi madre me recriminó que la mencionara en mi discurso. Pero es que esa censura que puso bien valía la pena ventilarla porque sus temores de todos modos se van a cumplir. Por mucho que ella ha hecho por cumplir con sus visitas solidarias en velorios, bodas, mayordomías y cumpleaños, la gente es desmemoriada y terminará por no recordar quién fue ella, a no ser por nosotros. Lo apuesto desde ahora.
Llevaba un discurso incendiario, contestatario, quería provocar a los trolles. Pero no pasó la censura de la casa marcada con el número 1 de la calle de Aldama, en la Cuarta Sección.
Larga vida a PANÓPTICO IXHUATECO, y espero seguir con ellos en su segundo aniversario. Dejaré de estar cuando crea que se ha cumplido mi ciclo. Un abrazo y salud con una jícara de morro llena de mezcal.
Un año. Uno
Joselito Luna Aquino
Cortesía: Joselito Luna Aquino