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Si molesto con mi canto

a alguno que anda por ahí

le aseguro que es un gringo

 o un dueño de Ixhuatán

 (perdón de Uruguay).

Daniel Viglietti

 

Es un texto muy bueno el de Franz Fanon “Piel negra, máscaras Blancas” (claro, me gusta más “Los condenados de la tierra”), un escrito donde espulga los comportamientos de los sometidos, los sumisos y los sometedores.

 

Leerlo a contraluz de nuestras formas de vida, de pronto, nos deja ver algunas similitudes y muchas diferencias.

 

Dice Fanon que el colonizado presenta una neurosis de abandono, la cual consiste en la angustia que despierta el abandono, que contiene dos procesos:

 

  • No quiero que me amen porque un día amé y fui abandonado; habiendo sido abandonado, verán en mí una revancha.

  • La no valorización de sí mismo que lleva al “abandónico” a un sentimiento inmensamente penoso, obsesivo de expulsión.

 

El abandónico pide pruebas, exige, es quien tiene derecho a toda compensación, absolutamente y para siempre.

 

Los procesos de colonización son muchos y muy variados, tanto que algunos pasan desapercibidos y nos hacen culpables de esa colonización. Es muy fácil ver que viene una horda invasora y te le plantas y la repliegas -tipo marcha de la Sección 22 enfrentando a policías-, pero la invasión que se hace lenta no se siente.

 

Está el caso de Chahuites (la tierra que vio mi luz), donde, bajo la idea del desarrollo del empleo, se fue instalando tanta gente que es un pueblo amorfo, amontonado y extractivista a no poder. O está el caso de los michoacanos (con todo lo que ese nombre representa), quienes permanecen imperceptibles en Ixhuatán: llegaron con el mango y hace pocos meses resultaron ser secuestradores del hijo del exgobernador Fausto Vallejo, con lo que protagonizaron una carrera delante de las balas de sus perseguidores.

 

Para estos casos imperceptibles podemos colocar las migraciones lentas con buena causa (hambre, negocios), que acaban siendo un problema para quienes ya vivían en dicho lugar (como en Ixhuatán o el caso de la gente que ha migrado a Estados Unidos). El caso no es la problemática que esto genera, sino cómo respondemos a ella. Si quienes somos sede de migración no logramos repensarnos desde los nuevos tiempos para hacernos propuestas de vida y subsistencia, nos volvemos abandónicos: perdemos el piso y nos desquitamos con quien se atraviesa primero.

 

La colonización permanente entra por educación, por las ideas, por las palabras. Cambiamos la palabra madre Tierra por recursos naturales; cambiamos Nisado’ por playa o mar y le damos un giro a la identidad.

 

El abandónico entonces se vuelve contra su congénere, lo aplasta, lo persigue, lo destruye. Ahí de aquel que osa ser innovador porque tendrá como resultado la lapidación, el desprestigio, la insolencia; su pasado y presente (medianamente) oculto sale a la luz. He ahí al capataz, el vendido, el que dice que es tan blanco como su patrón, o sea, el lamebotas, el charro, el esquirol, el traidor.

 

El síndrome de la colonización, en parte descrita en el abandónico, se hace estructura social. En tanto neurosis colectiva, le llamaremos síndrome del colonizado. Entonces, tenemos a los adultos expulsando a los jóvenes de la comuna so pretexto de salir adelante, de ser alguien en la vida y sin ningún miramiento para crear condiciones para la subsistencia en el lugar de origen. Salir a estudiar no es un privilegio de la comunidad, es un destierro de ella. Justo en ese momento se reengendra al abandónico, que no pensará sino negativamente acerca de las posibilidades de crecimiento en casa.

 

Fanon nos dice que la superación del síndrome de colonización es el sueño. También lo dirá Marx y Erich Fromm. La diferencia ente trabajo animal y trabajo humano es que la persona imagina, diseña, recrea, transforma primero en proyecto y después lo pasa a la práctica (no me importa ser igual a un animal ni busco la diferencia). Entonces, al recrear, al diseñar, al soñar el mundo que queremos vivir, nos volvemos sujetos de nuestra historia.

 

¿Qué nos falta a los ixhuatecos para no caer en las provocaciones y prevenir un derramamiento de sangre? ¿Pasaremos a la historia como estúpidos que no pensaron y acabaron matándose entre sí dando paso a las transnacionales?

 

Al aceptar o promover una provocación violenta como la del 14 de febrero en la Isla de León, aceptamos que somos neuróticos, que somos abandónicos, que nos vengamos con o sin razón (toda venganza es sin ejercicio de la razón). Que necesitamos recrearnos, reinventarnos, resignificarnos.

 

Dejemos de truncar los sueños y a los y las soñadoras. Dejemos de seguir la estructura social. Reinventemos nuestras instituciones. Reinventemos las posibilidades de vida. De los binniza´ depende la alegría de la Tierra. Ella, nuestra madre, está pidiendo nuestra acción soñadora y liberadora.

Una sociedad neurótica

Manuel Antonio Ruiz

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