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14/2/2016

 

Dentro de México la cultura se define en cada estado y varía de acuerdo con la comunidad. Las tradiciones son las que más acentúan la identidad de cada pueblo y la abrazan como estandarte.

 

La Virgen de la Candelaria se celebra cada año en muchas partes mundo por los devotos de la religión católica. En nuestro país, de acuerdo con las características de cada lugar, la fiesta es distinta y está llena de matices que la hacen única y totalmente diferenciable de los demás festejos que honran la aclamada fecha.

 

Aunque hay varias velas y fiestas en la región de Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, el 2 de febrero es el día principal de la Virgen de la Candelaria y representa la reafirmación de la fe, así como la devoción para generar un ambiente donde las promesas, peticiones y ofrendas de todo tipo se realizan para celebrar con intensidad todo lo que representa. Dentro del pueblo de San Francisco Ixhuatán se encuentra gente con una ilusión que año con año se aviva y trabaja con convicción para dar y dejar lo mejor de sus tradiciones en tan ansiada fiesta llena de colores que enamoran.

 

Los festejos duran generalmente del 28 de enero al 3 de febrero de cada año, y todos tienen un particular significado. Una de las tradiciones que más trascendieron en mi experiencia fue ser parte del grupo de tehuanas que acompañaban a la bella y elegante capitana Rebeca Luis Reyes, que desde niña soñaba con poder ser capitana en la tradición llamada regada de frutas, donde dentro del marco de la vela se recorre a través de un móvil adornado de artesanías, xicalpestles, papel artesanal y colores que alegran la pupila desde el alma, y por supuesto que va integrado por grupo de mujeres elegantes vestidas con el porte que representa a las tehuanas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La regada de frutas es una tradición en donde capitanes y capitanas con sus acompañantes dan obsequios al aventarlos gentilmente a todo el pueblo. Obsequios útiles para el hogar, juguetes para los niños o cosas que de alguna manera aprecian y son bien recibidos. Mientras son acompañados de bandas que con alegría y energía, tocan sones alegres, en los que se repite el bellísimo tema original del Istmo de Tehuantepec “Son Calenda”, un sonido que contagia de entusiasmo el trayecto y hace mantener una sonrisa genuina, así como todo el sabor istmeño.

 

La alegría de todas las tehuanas que van acompañando a su capitana y de todo el pueblo son momentos de unión de toda una comunidad que tiene fe y festeja la vida celebrando todas sus tradiciones. Claro, no pueden faltar la cerveza, que servirá como anestesia para el calor con el uso de tan elaborados y fantásticos trajes; mezcal del más sabroso, y en una de esas un poco de agua para durar con todo el porte y actitud que caracteriza a las tehuanas.

 

En todas las celebraciones, la elegancia, opulencia y los detalles minuciosos que tienen símbolos y significados rondan por todos lados como regalos visuales. La comunidad se organiza para que no falte la comida y la bebida. Tanto que cada pareja disfruta de entrar con un cartón de cervecitas de a cuarto y una cooperación para agradecer lo bien que serán atendidos. La música durante la fiesta de gala de la Candelaria, que se lleva a cabo el 2 de febrero, no deja de sonar y ser parte de la alegría de la fiesta.

 

Estar en ese lugar y ser parte de una celebración llena de dignidad es parte del amor de su gente, en donde se encuentran invitados internacionales acompañando a originarios ixhuatecos que con esfuerzo han sobresalido a nivel nacional e internacional. Como el caso de la chef Deyanira Aquino, que a través del arte de su cocina lleva lo mejor de su tierra a los paladares de personas que visitan la capital oaxaqueña de todo el mundo, de algunas celebridades  y de los amantes de la exquisita cocina. Y que, según los originarios de Ixhuatán, año con año en la fiesta de gala de la vela y el lavado de olla la cortesía de su don gastronómico no puede faltar con los platillos típicos de la región, un regalo que ella hace con amor a su gente y que se nota desde el primer bocado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Además de toparme con la diseñadora Mariana Grapain, que con los textiles originaros de su tierra hace magnificas piezas que le dan un toque de frescura a las vestimentas tan llenas de tradición. Tradición que ella mantiene intacta por su talento y que comparte con personas que reconocen su trabajo y se cautivan con nuestra cultura.

 

También me encontré de la grata compañía de la ixhuateca consejera externa del consulado de México en Bostón, Martha Leticia Nelson, que cada año invita a sus amigos extranjeros para que vivan de cerca el orgullo de sus tradiciones y que además le da un son de alegría a través de la virtud que tiene para bailar, con la armonía que parece que conecta distintas culturas y por un momento las vuelve una. Una tradición que conserva a la distancia y que procura compartir a los ojos del mundo.

 

Tantas historias que reflejan un pueblo lleno de mujeres y hombres ixhuatecos orgullosos representantes de sus tradiciones, destacados por la cultura que tienen del esfuerzo y por el motor para impulsar a su gente. Un pueblo que como otras zonas del Istmo tienen una sociedad organizada de muxes (homosexuales), que maravillosamente representan un símbolo de buena suerte en la familias y se integran en su mayoría de los casos con aceptación y auténtica apertura en la sociedad. Muxes, que con belleza osada visten con el traje regional de tehuana para venerar con seguridad sus tradiciones.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En mi experiencia en los senderos de San Francisco Ixhuatán, debo decir que haberme puesto durante estos días los trajes regionales de las tehuanas me hizo sentir afortunada. Así me sentí también con la memorable experiencia de las manos de Indira, una peinadora con talento nato que llenó de listones vibrantes mi cabello mientras su hija de 4 años la apoyaba a ponerme fijador, con lo que daban forma a un auténtico arreglo floral que me enaltecía, me daba la bienvenida y me unía a esta maravillosa comunidad.

 

Aunque uno haya nacido en otro lugar, esta cultura da la bienvenida a la persona que quiera ser atrapada en el brillo de sus colores. Ya que, como dicen en esta región,  ser tehuana no solo es ponerse una vestimenta para lucir bien: ser tehuana es una actitud de porte, dignidad, orgullo, gratitud, amor a México y sus tradiciones.

 

maria@mariaalatriste.mx

 

Nota especial: todo mi agradecimiento a las mujeres de la familia Santiago Fuentes por permitirme portar los trajes regionales que tienen el valor de la entrega a las tradiciones de generación en generación y a tantas personas especiales que fueron parte de esta gran experiencia.

La vela de la Candelaria por los senderos del Istmo de Tehuantepec:

San Francisco Ixhuatán

María Alatriste Carrillo

Cortesía de María Alatriste

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