Cuenta la leyenda que las primeras televisiones llegadas a Ixhuatán se instalaron en casa de doña Francisca Matus y la maestra Lucía Delgado. Ello ocurrió, me platicaron, en 1971, esto es, tres años después de que se instaló la energía eléctrica en el pueblo.
El televisor le vino a hacer compañía a la radio, que desde los años 40 ya estaba en Ixhuatán. El maestro Clemente Matus, me contó mi padre, Juan (1928), tuvo una radio de bulbos en donde seguía las vicisitudes de la Segunda Guerra Mundial, información que luego compartía con los vecinos. Él fue también uno de los muy contados que tuvo acceso a periódicos, así fuese de manera irregular a través del correo, que se valía de los ferrocarriles. Como quien dice, el maestro Clemente pertenecía a la élite de personas informadas del pueblo.
A pesar que en aquel tiempo Ixhuatán no aparecía en el mapa, no estaba del todo aislado en la región del Istmo de Tehuantepec. La mejor manera de salir de él era en tren, el cual había sustituido al caballo y la carreta, que, desde tiempos inmemoriales, transitaron por el viejo camino real, que partía de Tehuantepec, el cual cruzaba el pueblo para luego perderse rumbo al Soconusco.
Muy pronto Ixhuatán adquirió fama de ser pueblo rico debido a sus abundantes cosechas de maíz y a su vigorosa ganadería, apuntalado por sus productos del mar y sus extraordinarios recursos forestales. El palo de Brasil y la cáscara de guamúchil eran sacados, primero en carretas en pequeña escala y después por tren, en cuanto este comenzó a correr por estos lares, en 1908. Hatos de ganado fueron embarcados en la estación luego de que por años habían sido conducidos por el camino real por vaqueros rumbo a Juchitán y más allá.
Nuestros bosques proveyeron de durmientes no solo al Ferrocarril Panamericano, sino también al Ferrocarril Interoceánico de Tehuantepec, que concluyó su construcción en 1894. Esa fue la primera deforestación mercantil que padecimos.
Las noticias, buenas y malas, llegaban en esos años en telegramas allá en la oficina telegráfica de Reforma, la Cuarta Sección de Ixhuatán desde 1897, luego agencia municipal por 1920 y finalmente municipio libre por decreto del 10 de diciembre de 1926.
En los años 40 se instaló en el parque municipal una caseta –construida por Erasmo Altamirano- donde hasta los años 60 eran recibidos los telegramas por línea telefónica. Proyecto este que comenzó en 1923 y que en 1925, en el conflicto habido entre Ixhuatán y Reforma por la autonomía de este último, resentido por el fracaso, el cacique general Laureano Pineda mandó retirar el cableado telefónico –que era suyo-.
Todo se reproducía maravillosamente en Ixhuatán, principalmente la gente, por lo que en cada hogar había numerosa prole: ocho hijos en promedio. Las personas entretenían sus ocios con charlas tenidas al caer la tarde y después de cenar, lo cual se hacía aún con sol.
Mientras pescaban el sueño los lugareños, se contaban sucesos extraordinarios, anécdotas y mentiras de los personajes atípicos o sui géneris, como Mongelino, es decir, gente con reputación de guidxa (tonto), aunque uno que otro era artista sin que lo supiera y mucho menos lo reconociera la gente. No solo en Ixhuatán, sino en cualquier pequeño lugar, atreverse a ser original es todo un viacrucis por ser la normalidad la aspiración general.
Se rememoraban las tragedias acaecidas en la familia y en el pueblo (asesinatos y accidentes de todo tipo); el año en que cayó la ceniza del volcán Tacaná (1902); las plagas de langostas, temblores, sequías como la del año 40, inundaciones como la del 33; revueltas armadas revolucionarias; los cocolixtles o epidemias de viruelas, influenza española, tabardillo, cólera morbus, paludismo, tisis, etcétera.
Había historias para todo público. Los cuentos de espantos con fantasmas eran obligatorios, lo mismo que la de duendes/chaneques, estos, delicia de los niños con moralejas y enseñanzas también útiles para los más grandes. Un personaje sobresaliente fue siempre el diablo haciendo diabluras y pactos con los humanos, seguido de las brujas/brujos, que encantaban/burlaban a los trasnochadores.
La radio afectó directamente la cotidianeidad de las familias que las poseían –solo unas cuantas- e indirectamente –por envidia- de quienes su avaricia o pobreza no permitió que la compraran. Por mucho tiempo, la radio fue un lujo en la austera sala de una casa –compuesta de unas pocas sillas pegadas a la pared y el altar familiar-, tal como en los años 70 lo llegaron a ser las consolas; en los 80, las grabadoras o caseteras, y en los 90, los minicomponentes.
En los finales años 60, la sinfonola fue la encargada de alegrar a los parroquianos en las cantinas y a la juventud en la refresquería de moda del parque municipal. Como quien dice, ocupó el lugar de los trovadores de guitarras, que solían dar gallos.
Antes de que la radio entretuviera a la gente, lo hizo la escuela primaria –cierto que esporádicamente- con pequeñas escenificaciones, bailables y recitaciones de poemas patrióticos. Actos cívicos culturales que se volvieron un poco más frecuentes a partir de 1944, año en que se inauguró la nueva escuela primaria Pro-Patria –la que a partir de 1946 llegaría a llamarse Emilio Carranza-. Eventos que a finales de los años 50 tuvieron nombre de comedias, a las que asistían todas las familias en las tardes. Otra cosa fueron las tardeadas en los años 70, bailes juveniles que iniciaban por la tarde y terminaban temprano en la noche.
Los húngaros y los circos hicieron su aportación al entretenimiento de los ixhuatecos. Ellos transitaban el camino real –igual que los vallistos que acudían a vender sus mercaderías a la feria de la Candelaria- hasta que el camino que conectó a Ixhuatán con la carretera Panamericana comenzó a funcionar, en febrero de 1959, hecho que afectó el negocio de los vallistos, por lo que poco a poco dejaron de venir. Trashumantes todos ellos que comenzaron a llegar al pueblo en los finales años 30, a decir de algunos de mis entrevistados.
El cine de los húngaros era visto por todos por ser barato y traer novedades. En una ocasión –me contó Erasmo Altamirano, quien fue el “chofer del cine”, como una mareña de San Mateo lo llamó-, hasta los hijos de don Vidal Ruiz, no obstante exhibirse esa noche una buena película en el cine de su papá, fueron a escondidas al cine de los húngaros porque estos exhibían la premier de “Juan Charrasqueado”, hecha en 1947. Miguel Pineda y dos chamacos entraron a ver la película que pasó Erasmo, quien también se moría de ganas de ir con los húngaros pero su patrón no se lo permitió, enojado como estaba al ver que no pudo intimidar a la gente al sentarse junto a la puerta de su casa, desde donde los vio pasar por otra calle. Y cómo no iba a ir la gente a ver esa película si en ella actuaban Pedro Armendáriz y Miroslava, entre otros artistas.
El beisbol entretuvo a la juventud y a los varones adultos los domingos. En 1921, un maestro de Espinal, Miguel L. Webster, formó un equipo de beisbol con el apoyo del ayuntamiento, según documento del archivo municipal. Él mismo intentó, en 1923, formar una banda de música sin buena fortuna. Por otra parte, el piquete de soldados pertenecientes a la guarnición militar de Reforma, en su estadía en Ixhuatán en los años 60, introdujo el voleibol al trazar una cancha en la tierra en el mismo lugar en donde ahora se le encuentra bajo el domo municipal. Las carreras de caballos congregaban a toda la familia, mientras que los billares de don Vidal a jóvenes y adultos.
El cine se instaló en Ixhuatán por primera vez en 1948 en casa de don Vidal Ruiz y después, en 1950, en casa de don Alfredo López Lena. Proveyó de esparcimiento a quienes podían pagarlo. Junto con su cine, don Vidal tuvo tocadiscos, el que emplearía más tarde –una vez cerró su negocio- para anuncios publicitarios de todo tipo y la difusión de música.
En 1949 soplaron aires de modernidad en el pueblo cuando don Melquíades Toledo instaló energía eléctrica en algunos domicilios, así fuese por poco tiempo, ya que el negocio quebró en 1951. En algunos domicilios y en los cines hubo plantas de electricidad. Don Alfredo López Lena, al mismo tiempo que tuvo cine, instaló una fábrica de hielo. Tuvo la concesión de la cerveza Carta Blanca, mientras que don Aurelio Toledo, la de la Corona. Vale decir aquí que fue el japonés don Julio Nakamura, quien instaló el cine y la electricidad, un hombre emprendedor que más de uno creyó –durante el desarrollo de la Gran Guerra- era espía de los países pertenecientes a las Potencias del Eje. Lo decían porque era muy callado y lo miraban sintonizar su radio en estaciones que supusieron extranjeras.
Aquellas noches del pueblo eran muy oscuras, picoteadas por luciérnagas –cuando las había- y luceros. La gente contaba, por eso, con muchas horas para dedicarle al amor, bien fuese este legal o clandestino, en donde estaba incluido el taganero, una primera copia más tarde corregida y aumentada en el Sancho. Ixhuatán en un abrir y cerrar de ojos –literal- se llenó de niños, y estos de un sueño tomado de su realidad: irse lejos a estudiar. El destino más ambicionado fue el Distrito Federal, seguido de ciudades del sur de Veracruz, como Minatitlán, principalmente para trabajar.
La televisión no vino a interrumpir gran cosa el coito humano, que se cree no tenía horario si sabemos que era obligatorio. Cuando se visitaba un domicilio por los motivos que fuera, el uso de un saludo peculiar lanzado con potente voz desde la puerta: “¡Ju!”, saludo que evitaría llevarse una sorpresa sexual que enfermaría a la inocente criatura del entonces temido dxiibiguidxa (“mal de tontera”, dicen algunos; “vergüenza marchitada”, lo llamó el maestro Flavio Gutiérrez, lo cual me encanta por poético).
Coito que en los finales años 60 fue llamado “hacer número”, por aquello, quizá, de semejarse un acto circense de contorsiones o simplemente porque era una actuación, un número, cual si se tratara de un espectáculo. Figura que alguien en las postrimerías de esa misma década llamó “hacerse chicle”, probablemente porque los cuerpos desnudos bien trenzados parecían una bola de chicle Motita y no de Adams, que fue el que llegó primero al pueblo y desplazó al chicle natural del chicozapote, que muchos masticamos alguna vez.
La televisión, en blanco y negro y sin mucha nitidez en la imagen, desde un principio atrapó la atención de las familias. No tardó en que surgieran críticas, principalmente por sus novelas, que, a decir de algunos caballeros con reputación de infieles, estaban echando a perder a las señoras, que pronto se volvieron adictas a ellas. Los varones sintieron, además, que el artefacto de marras amenazaba el statu quo, esto es: la servidumbre de la mujer tanto al marido como a los hijos, en ese orden.
Para desgracia de los hombres, se instaló en enero de 1968 la primera “fábrica de tortillas” –así se lee en el permiso municipal otorgado-, que trabajaba con gasolina, en la esquina de 2ª calle La Paz (presumiblemente la hoy calle Guillermo Prieto) y 4ª calle P. Díaz, lo que provocó una primera desbandada de mujeres que abandonaron el fogón y el horno, por lo que fueron muy criticadas, igual o más que lo fueron los jóvenes que asistían al campo muy catrines con cachucha y zapatos tenis y no con el clásico sombrero de palma, pantalón de popelina, chompa y huaraches de cuero y suela de llanta.
Durante las décadas de los 50, 60 y 70, en Ixhuatán proliferaron las cantinas y las fiestas. Con ello el comportamiento social se modificó, principalmente el de las mujeres, quienes iniciaron el consumo de alcohol. Había dinero, y, de no haber sido por el decreto de restitución de tierras a los huaves, quién sabe qué hubiera pasado con nuestro desarrollo. Me inclino a pensar que ello nos avivó más.
Con el tiempo se volvió prioridad adquirir un televisor, igual que en los 90 un teléfono fijo, y desde marzo de 2008, un teléfono móvil. A los ixhuatecos nos gusta competir, no ir a la zaga. Por eso, cuando el 26 de septiembre de 1987 se instalaron las dos primeras antenas parabólicas en el pueblo (casas del profesor Alberto Delgado Matus y Juan Henestrosa Nieto), todo el mundo deseó tener televisión directa al hogar.
De inmediato, los reality show tipo Cristina acapararon la audiencia, tal y como ahora lo hacen “Laura”, “Cosas de la vida” y “Al rojo vivo”. La revista Alarma! –especializada en crímenes- terminó por ya no ser consumida a pasto, lo mismo que las historietas, y hasta puedo sospechar que la lectura de libros, todo el tiempo muy raquítica. La revista Impacto era leída por la clase política conservadora, la que manejaba el poder local.
El ayuntamiento municipal en 1991 tuvo su antena parabólica para transmitir televisión por circuito cerrado, lo cual duró poco. El 28 de agosto de 2008 se inauguró en Ixhuatán la primera estación de radio comunitaria local, La Ixhuateca. Ya antes, en 2003, allá en San Francisco del Mar, Pueblo Nuevo, se había fundado la primera en su tipo, Radio Huave. El 11 de agosto de 2011, una segunda estación radial, Guidxi Yaza, inició transmisiones en el pueblo.
Hoy muchos hogares cuentan con servicio de cable o satelital, por lo que las familias pueden ver lo que quieran. En un principio, la pornografía acaparó la atención de muchos, hasta que se cercioraron de que era un fraude, al menos no lo que la gente quería ver. Ahora, al parecer desde febrero de este año, el pueblo está atento de un canal de cable, Investigation Discovery, donde el tema nodal son los crímenes cometidos en EU principalmente. Pienso que los tiempos de inseguridad que vivimos exacerban dicho gusto, inseguridad que ha modificado de raíz la convivencia, siendo una estampa del pasado idílico las familias sentadas al atardecer en la banqueta junto a la puerta de sus casas.
Ixhuatán, pues, para bien y para mal, se halla inserto en la Aldea Global con todas las consecuencias que ello conlleva. Algo más: como la televisión ha dejado de ser transmitida solo por la pantalla de un televisor, hoy la juventud y un pequeño segmento de adultos participan de lo que se ha dado en llamar televisión líquida, esto es, ver imágenes antes exclusivas de la televisión, ahora en internet, Netflix y en dispositivos como laptop, móviles, iPad, smartphone, etcétera.
Por último, debo consignar que, a pesar de que a finales de los años 90 comenzaron a emigrar cada vez más paisanos en busca del sueño americano, hoy el ixhuateco promedio sigue soñando, como en décadas pasadas, en tener una profesión. Solo que ahora ya no tiene la mira puesta en el DF, sino en Tuxtla Gutiérrez, Oaxaca y Puebla, en ese orden. Ello será así hasta que en el terruño o muy cerca de él se tenga lo que hoy se sale a buscar.