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15/1/2016

 

 

 

A quienes nos tocó disfrutar un Ixhuatán con fama de tener gente trabajadora, honrada y conviviendo en paz, nos da grima ser testigos ahora de una sucesión de actos delictivos que han puesto en tela de juicio tan buena fama. Azorados, buscamos explicaciones para tratar de entender lo que ocurre –que a ojos de muchos ya es intolerable- y para ello vertimos opiniones respecto de nuestra lamentable realidad. 

 

Los más viejos traen a la memoria los años violentos de principios del siglo XX, en concreto, la Revolución, cuando gavillas de rebeldes o bandoleros, armados y montando a caballo, asolaban al pueblo, siendo los más afectados el presidente municipal y los que poseían fama de ricos. Tiempos en que el dinero era enterrado o  arrojado al pozo mientras la gente huía al monte a esconderse.

 

Los más jóvenes, alarmados en grado sumo, exigen enérgicas y expeditas acciones por parte de las autoridades en contra de la violencia y delincuencia desatadas. No les satisface la declaración de que la policía municipal ha sido rebasada y que no está entrenada para enfrentar a la delincuencia organizada. Invocan la ayuda de ixhuatecos destacados que ostentan cargos públicos, esperanzados en que quizá ellos puedan hacer algo. El inmovilismo y la apatía los exacerba. Quedarse encerrados en casa por órdenes de sus mayores no les cuadra.

 

A ratos la realidad se le ve tan catastrófica e insostenible que obliga a pensar que no queda más remedio que emigrar en busca de un lugar que tenga la seguridad requerida para vivir en paz. Así se entiende que surjan  rumores como ese que afirma que los incipientes servicios bancarios serían trasladados a la vecina población de Reforma de Pineda, argumentando que allá hay paz, en un olvido de que la delincuencia siempre actúa en donde existe la posibilidad de delinquir.

 

Hay quienes, sin dejar de reconocer que el asunto es peliagudo y muy delicado, no pierden las esperanzas de que tarde o temprano la paz –ahora convertida en zozobra- retorne a los hogares ixhuatecos. Apoyados en su optimismo y fe, elevan sus oraciones a Dios, a los santos y a las vírgenes de su devoción para que ello ocurra lo más pronto posible. A ellos, aunque les preocupa el menoscabo al patrimonio de las personas, lo que más les aterroriza es el daño físico a la gente. De allí que estén en un tris de sacar en procesión a la imagen de su devoción.

 

Así, pues, las alarmas están sonando y el miedo se ha instalado  en muchas familias de Ixhuatán. La crisis de inseguridad que se vive enferma a muchos de paranoia y psicosis, por lo menos. Como quien dice la calidad de vida disminuye cada día y el “estrés postraumático” se incorpora a nuestro lenguaje.

 

Ello no es casualidad. La violencia instaurada en todo el país desde el gobierno de Felipe Calderón a la fecha ya se está manifestando en las estadísticas vitales. Recientemente se dio a conocer que la violencia en México incide de manera negativa en la esperanza de vida de la población en general, esto es, la longevidad de la gente descendió.

 

Mientras en Ixhuatán nos sacude la delincuencia de tarde en tarde, en Sinaloa recapturan al Chapo. Con ello el gobierno recupera el buen ánimo y un poco de credibilidad ya que supieron aprovechar muy bien el éxito, a pesar del tremendo escepticismo de la gente, tan vapuleada por las mentiras de los políticos.  

 

Un Chapo no hace verano, diría, parafraseando el refrán. Así que el gobierno seguirá enfrentando los problemas económicos derivados de nuestro poco crecimiento y también de la crisis de China, quien con su enorme deuda y la desaceleración de su economía, ha generado que el peso –y muchas otras monedas- se esté devalando desde el año pasado a la fecha. Aunado a que el precio del petróleo mexicano anda por los suelos, este año 2016 será difícil, a pesar de las buenas medidas económicas implementadas por el gobierno respecto de los combustibles y energías.

 

Por otra parte, la inflación del año 2015 fue de 2.13 %, la más baja en 45 años. Proeza que se la debemos en gran medida al Banco de México de Agustín Cartens –para mí el único funcionario que gana más de lo que le pagan- y a que el gobierno contrató –igual que lo hizo el año pasado- una cobertura petrolera –seguro que garantizaba en 49 dólares el barril de crudo- que  ha permitido sortear con mediano éxito las bajas en los petroprecios.

 

Asimismo, el Banco de México posee más de 175 mil mdd de reservas internacionales, lo que  ha ayudado a paliar la devaluación del peso el cual, paradójicamente y no obstante haberse utilizado en 2015 más de 16 mil mdd para evitar la catástrofe cambiaria, le ha dado a ganar cifras multimillonarias, lo que ha evitado hacerle hoyos más profundos al presupuesto de egresos, que  ronda los 5 billones de pesos en 2016.

 

Nuestra economía, aunque aún depende en un 35 % de los ingresos petroleros, cada día se diversifica más ya que se apuesta por la industrialización, la cual se apalanca en la mano de obra barata (salario mínimo de 73.04 pesos). Esto último, dicen los expertos neoliberales, lo convierte en una economía competitiva y atractiva a los capitales, incluidos los golondrinos, por supuesto. Fue en este contexto en que se dio el más reciente acuerdo comercial de México, aquel que han etiquetado como el más grande el mundo: Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, TPP, por sus siglas en inglés.

 

México es, vale la pena recordarlo,  la economía mundial número 14, con un PIB de 1.29 billones de dólares en 2014,  líder de la economía de América Latina, tal como lo dijo el presidente Peña Nieto en su mensaje del día 11.

 

No  obstante los picos elevados de violencia existentes en el país, el año pasado los turistas extranjeros y nacionales superaron las expectativas en cuanto a su número. De igual manera la industria foránea y mexicana invirtió más en México, teniendo la inversión extranjera directa un crecimiento histórico rondando los 30 mil mdd. Otra buena noticia es que las remesas de dinero de nuestros connacionales radicados en USA se calcula superen los 25 mil mdd en 2015, la mayor cifra desde la crisis económica mundial del 2009.

 

A pesar de los miles de muertos y desaparecidos habidos a lo largo y ancho de nuestra nación, el neoliberalismo sigue su marcha, ahora remasterizado con las reformas estructurales. Un neoliberalismo que por supuesto no contempla el sufrimiento humano pero que sí es capitalizable por los partidos políticos entronizados en el poder, quienes, sin ideología clara, son uno mismo.

 

Todo ello explica en parte por qué en México se vive la paradoja de ser país rico con altos índices delictivos, lo que a su vez justifica al Estado a usar de la represión. Aunado a la tremenda e injusta desigualdad social, se tiene un caldo de cultivo que ha dado como consecuencia la implementación de malas políticas que en vez  de combatir la delincuencia de manera eficaz, la exacerbó a cifras nunca vistas, gracias a la impunidad y a la corrupción imperantes no solo en los niveles altos, sino en toda la sociedad. Volverse cómplice,  hacerse de la vista gorda, esparcir rumores perversos, parece ser lo de hoy en la sociedad corrupta.  

 

Igual que lo que ahora ocurre –con sus matices, claro-, sucedió durante el Porfiriato. La economía se catapultó entonces a grado tal que la paridad del peso llegó a ser igual a la del dólar. Ello gracias a las políticas neoliberales de la época –venta extractiva de materias primas, salarios de miseria, delincuencia, desigualdad social espeluznante, represión, entre otros factores-. Lo que llamaron modernidad en ese tiempo solo lo disfrutaron las clases altas, igual que ahora en que se dice que México tiene la oportunidad única de su historia para convertirse en potencia económica. Oportunidad que como se está viendo en China, siempre tiene la amenaza latente de terminar en una cruda económica que dejará como secuelas más pobres, no solo en ese país, sino en todo el mundo. Y  si quienes  conducen dichos procesos modernizadores o de desarrollo –que con ambos nombres son llamados- son corruptos y poco éticos (como la mayoría de nuestros políticos y empresarios), avalados por una sociedad pasiva y conformista, la ruina estará garantizada.

 

Por supuesto que los tiempos que se viven en el mundo se caracterizan no solo por crisis sociales y económicas, sino también por crisis permanentes de inseguridad. Europa, por ejemplo, vive con la zozobra de los ataques terroristas provenientes del Estado Islámico o de cualquier otro grupo enemigo. Lo ocurrido en Colonia, Alemania, nos  ilustra otra realidad del neoliberalismo. Allá, en vísperas de año nuevo, 1000 hombres cometieron abusos sexuales en un sinnúmero de mujeres ante la impotencia de los cuerpos de seguridad que fueron rebasados. Primero se dijo que casi todos ellos eran refugiados que los teutones dieron albergue mientras se resolvía en darles asilo. Recientemente se dice que los ataques –que también ocurrieron en otras ciudades, aunque en menor grado- fueron bien planeados por quienes se oponen a que se les dé refugio a los migrantes. Hordas estas que, al estilo del Ku Klux Klan,  han comenzado a tomar venganza propinando salvajes golpizas a cuanto extranjero encuentran en sus incursiones nocturnas.

 

A últimas fechas se ha dicho que vivimos desde mediados del siglo pasado  la era del Antropoceno, esto es, el predominio  del hombre en la Tierra, para bien o para mal. De ser ello cierto, es posible que la espiral de violencia universal en la que estamos inmersos sea solo uno de sus periodos. Así podríamos entender por qué naciones como Corea del Norte se atreven a desafiar al mundo con una supuesta bomba de hidrógeno que, de ser cierto, se sumaría a las otras potencias que poseen arsenales que fácilmente destruirían a la humanidad no una, sino muchas veces. Cataclismo que pondría fin a dicha era que en ese sentido sería la más corta de la evolución terrenal.

 

Vemos, pues, que nuestro querido pueblo vive las consecuencias de políticas neoliberales y el abandono de prácticas de convivencia que por generaciones nos funcionaron. Es urgente retomar la conciencia de que por encima del miedo y de las ambiciones y mezquindades humanas, hay que anteponer el respeto a la vida. Cada quien debe asumir su responsabilidad ya que lo que no hagamos por nosotros mismos, nadie más lo hará.

Tomada de elsilenciero.com

¿Violencia neo-deliberada?

Juan Henestroza Zàrate

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