24/10/2015
Encarrilados para otros comicios están ya tanto presidenciables como el electorado ixhuatecos. Nadie querrá quedarse fuera de la cita política más importante de la localidad, menos aquellos que pueden servirse un trozo del pastel y pasar a formar parte de esa entidad tan suculenta llamada burocracia. Listas se encuentran las élites partidistas para afianzarse en el poder local a costa de lo que sea.
Pese a que los procesos electorales padecen un grado de desprestigio no menor en todos sus niveles, hoy en día siguen siendo las reglas con las que los ciudadanos pueden jugar para tratar de influir en el rumbo que quieren darle a su municipio. Digo desprestigio porque para nadie son novedosos los métodos de corrupción, cooptación, acarreo, clientelismo y otros para que los partidos atraigan votantes a sus causas.
Pero, más allá de los vicios propios de los gremios con intereses parciales, vale la pena prestar atención en un aspecto por demás importante durante las elecciones: el origen de los votos.
De acuerdo con datos del Instituto Estatal y de Participación Ciudadana de Oaxaca, en los últimos comicios municipales –2013–, la lista nominal de Ixhuatán estuvo conformada por 6441 electores, de los cuales sufragaron 4932, es decir, el 76.57 %, un nivel importante de participación. Sin embargo, un dato que es imposible obtener mediante canales institucionales es la cifra de votantes que efectivamente radican en la comunidad. Y no es un dato menor, ya que, sobre todo en lugares con un electorado tan reducido, unos pocos sufragios pueden marcar la diferencia sobre qué administración llevará las riendas del pueblo.
Pero ¿es relevante que una persona que no radica en Ixhuatán –aunque sea oriunda de ahí– acuda cada tres años a las urnas para participar en este tipo de decisiones? Indudablemente.
El sentido de responsabilidad, a nivel ético, y de gestión pública, a nivel normativo, debieran ser elementos a considerar en lo que refiere a este fenómeno. La ciudadanía es un ejercicio que se emplea en función con el espacio en el que se habita, pues el individuo se convierte en ciudadano de la mano con su entorno político-social.
Votar en un lugar en el que no se tributa ni se produce ni se construye una comunidad política representa, a mi juicio, un acto de irresponsabilidad. Y esta es doble: con el sitio en el que efectivamente se vive y con el lugar en el que se ejerce el sufragio. Los servicios públicos de un ciudadano responden al espacio en el que se desarrolla integralmente, por lo que no corresponder con la participación electoral que tal comunidad exige evidencia la falta de compromiso para con sus respectivas instituciones. Lo mismo para donde se vota pero no se vive: elegir a un buen o mal gobernante con votos extracomunitarios afectará a los habitantes del lugar más que a quienes lo visitan ocasionalmente. De esta forma, para estos últimos, tiene los mismos resultados designar a un déspota o a un demócrata, ya que quien no radica en la localidad no padecerá directamente las decisiones del elegido.
El solo hecho de haber nacido en Ixhuatán no parece razón suficiente para que alguien que va al pueblo cada vacaciones y cada vez que hay elecciones decida en igualdad de condiciones con quienes pasan los 365 días del año y participan tanto en las festividades como en las crisis locales. Esta decisión, considero, debería estar únicamente en manos de los que construyen el municipio a diario: pescadores, campesinos, profesores, comerciantes, médicos, amas de casa y todo aquel que experimenta tempestades y festejos invariablemente.
Así como causó revuelo la posibilidad de que un oaxaqueño que no haya vivido en Oaxaca durante determinado tiempo tuviera la posibilidad de ser elegido gobernador del estado, evalúo necesario considerar el hecho de que personas que no radican en una comunidad participen en procesos electorales de esta. Particularmente, no voto, nunca he votado ni votaré en Ixhuatán mientras no radique de manera permanente en él debido a la doble preocupación que planteé antes: respondo a las instancias con las que interactúo a diario y no siento el derecho de intervenir en un espacio de participación política que, también a diario, es construido por otros.
Pero ¿acaso importa un voto más o un voto menos en las urnas cada tres años? Sin duda. Revísense los resultados electorales en los distintos comicios pasados, procédase a restarles los votos de personas que viajaron excepcionalmente a esas jornadas dominicales y evalúese si otro panorama y gobernantes y políticas públicas se hubiesen obtenido.
La democracia global está en decadencia, claro está, mas, mientras no se cambien dichas reglas, lo que mejor se puede hacer es utilizarlas de la manera más productiva a nivel social. Es trabajo comunitario y por el bien personal y de nuestros iguales.
Tomada de www.cbtelevision.com.mx