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Qué fácil es criticar a los otros y no proponer nada, qué fácil es decir que todo está mal sin hacer algo al respecto, qué fácil es lanzar diatribas cuando algo no nos parece, qué fácil es descalificar a los que tratan de emprender alguna iniciativa de la que somos ajenos, qué fácil es mentarle la madre al de al lado dadas su acción y nuestra inacción.

 

Una crítica sólida necesariamente tiene que estar constituida por lo menos por tres estatutos:

 

1.- La comprensión de aquello que se critica: el completo entendimiento del enunciado, la idea o el discurso que pretendemos cuestionar es imprescindible para llevar a cabo esta acción. Tener el conocimiento completo del planteamiento al que estamos señalando posibilitará este ejercicio.

 

2.- La capacidad de análisis para deconstruir lo criticado: saber dividir un problema en sus partes mínimas, encontrar sus inconsistencias, hallar argumentos mal elaborados, evidenciar falacias, clarificar vacíos y demás labores propias del análisis del discurso también son necesarios en este ejercicio.

 

3.- La superación o mejoramiento de lo que se criticó: una vez explícita la insuficiencia argumentativa y pragmática de la idea en cuestión, es preciso ofrecer una versión mejor elaborada que ejecute la acción o llene el vacío que aquella no pudo llenar para, así, ir avanzando en este ejercicio dialéctico.

 

Para aterrizar lo hasta aquí descrito citaré dos ejemplos:

 

1.- La recepción que ha tenido este proyecto ha sido muy positiva. Naturalmente, es una labor que se construye todos los días y necesita de tiempo y de trabajo para poder alcanzar sus objetivos o tener repercusiones de mayor alcance. Quienes aquí participamos hemos elegido esta como una forma de acción pública para generar ideas que en algo puedan aportar para el desarrollo de nuestro pueblo: propuestas, alternativas, contenidos, temáticas, etcétera. Sin embargo, no han faltado quienes entren en la descripción que se hizo al inicio de esta columna:

 

- “Que mal estilo tienes para escribir compadre (…) hablas como mareño (con todo respeto) un su jabalí, un su venadito que es eso”.

 

- “No estoy de acuerdo porque a we…. Tiene que hacerle publicidad al apellido Henestrosa, sabemos que es su familiar y el porque lo menciona, pero ya chole ya estuvo bien de tanta faramalla (…) Con todo respeto ni el se creyo tanto como ahora cualquiera que tenga su apellido se para el cuello”.

 

- “No les hagan caso a estos guichas que juegan a ser columnistas y ni ellos mismos saben el significado de las palabras que utilizan”.

 

Transcribí literalmente tres casos puntuales. Como ya se dijo desde un principio y es obvio que sucederá en cualquier ejercicio de exposición pública, la discrepancia de ideas es necesaria dentro de la vida democrática. La divergencia de planteamientos siempre es positiva dentro de un orden social, pues eso refuerza el ejercicio de diálogo para buscar posibles soluciones ante problemas comunes; empero, ¿qué aportan afirmaciones y descalificaciones como las señaladas arriba? Qué diferencia, por ejemplo, de un señalamiento que se hizo en relación a una columna publicada aquí:

 

“Te quedaste en la introducción mano. En el pasado la transferencia de poder estaba ligada a la transferencia de la mayordomia. Durante el inicio de la secundaria federal tambien hubo uso de la Virgen de la Candelaria con fines políticos”.

 

Sin lugar a dudas, esta afirmación, que contraviene a una idea expuesta en un artículo, resulta, a todas luces, muy positiva y enriquecedora, pues, al ver una inconsistencia en la enunciación hecha y con el conocimiento que dicha persona tiene del tema, aporta datos que ayudan al reforzamiento de la argumentación que se ofrece.

 

De ninguna manera se busca aprobación o alabanzas de lo que aquí se plantea, incluso son deseables más críticas como esta última, pero tener una actitud de rechazo por el simple hecho de que así se nos antoja me parece bastante limitado y sobradamente pobre.

 

Ejemplo número 2:

 

Hace unos días se llevó a cabo en nuestro pueblo la Guelaguetza ixhuateca, evento que, sin duda, es un gran logro de quienes lo hayan trabajado desde sus inicios –que, de acuerdo con uno de nuestros coterráneos, su primera edición se habría realizado en 2005- hasta quienes se encargaron de organizarla en esta ocasión, de las autoridades locales, de los artistas que participaron, de sus asistentes y todo aquel que, de una u otra forma, aportó algo para que fuera posible.

 

Sin embargo, como en todos lados se cuecen habas, no faltaron, como no han faltado nunca, los críticos apasionados de este y otros eventos culturales, sobre todo aquellos que guardan algún tipo de creencia distinta o contraria (partidista, social, etcétera) a las autoridades actuales, y afirmaron, como siempre, que “al pueblo, pan y circo”, “pura pantomima para decir que están trabajando”, “aunque sea eso que hagan” y demás frases que tratan de demeritar algo que, a lo lejos y desde cualquier perspectiva, contribuye enormemente en el desarrollo cultural de nuestro pueblo.

 

Al ver este tipo de reacciones me cuestiono sobre el sentido que puedan tener para quienes las emiten, y, por más que lo pienso desde distintos ángulos, no logro comprender estas actitudes contrarias a todo que ni contribuyen para perfeccionar lo que se está haciendo ni participan de los ejercicios para mejorar el pueblo ni generan otro tipo de alternativas para Ixhuatán. Quizá les sirva como ejercicio de catarsis emocional, de otra manera, sigo sin entenderlo.

 

Si en lugar de lanzar descalificaciones desde la comodidad de nuestros hogares o nuestros monitores pudiéramos contribuir con algo para nuestra comunidad desde la vía que consideremos pertinente, tendríamos mayores alcances y estaríamos colaborando para el mejoramiento de ese sitio del que tanto nos sentimos orgullosos quienes nacimos ahí.

La crítica es necesaria, el debate es imprescindible, la divergencia es sustancial, pero tú, amigo en desacuerdo con todo, ¿qué estás haciendo por Ixhuatán?

Y tú ¿qué estás haciendo por Ixhuatán?

Michael Molina

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