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Cuando las autoridades de un país, entidad o municipio son incapaces de garantizar la seguridad de sus gobernados se presenta un momento de fractura necesaria en lo que respecta al marco legal de un Estado de derecho.

 

Ya sea por corrupción, impunidad o dimensión del crimen organizado, los ciudadanos tienen la opción de decir: “¡Ya basta!” y tomar acciones a través de las vías necesarias.

 

Y es que, en una nación tan decadente como la mexicana, la sociedad ha llegado al límite de presentar una apatía total y permitir que exista deshonestidad por parte sus políticos, que sus funcionarios ejerzan el gasto público a sus anchas, que se cometan fraudes electorales, que halla conflicto de intereses en todos los niveles de gobierno, que el poder se concentre en pocas manos y el etcétera más perpetuo que se pueda pensar.

 

Sin embargo, algo que ningún ciudadano de ninguna localidad es capaz de tolerar es no contar siquiera con las condiciones mínimas para vivir seguro o, simplemente, vivir.

 

Ante los ineficientes y contraproducentes resultados de la guerra calderonista contra el narcotráfico, a principios de 2012, civiles de la región de Tierra Caliente, en Michoacán, optaron por organizarse de manera armada para contener los embates del principal cártel de la droga en dicha entidad.

 

Hartos de pagar “derecho de piso”, recibir amenazas, ser secuestrados o ultimados, estas agrupaciones civiles emergieron, en un primer momento, en Tepalcatepec y en La Ruana para, posteriormente, extenderse a unas 20 poblaciones de 30 municipios michoacanos más (http://goo.gl/KmU93d).

 

Tras un año al margen de la ley y de enfrentamientos directos contra Los Templarios, las autodefensas michoacanas pactaron con el gobierno de la república su regularización luego del anuncio de la intervención federal en la entidad para combatir a los criminales.

 

Sobra información de lo hasta aquí expresado y lo que sucedió tras este acuerdo: la creación de la Fuerza Rural, el enfrentamiento entre grupos internos de esta –lo que llevó a la cárcel a Luis Antonio Torres, “El Americano”, e Hipólito Mora (hoy candidato a diputado federal por Movimiento Ciudadano)-, el encarcelamiento de José Manuel Mireles, la detención de Servando Gómez Martínez, “La Tuta”, y el protagonismo del ahora excomisionado Alfredo Castillo, principalmente.

 

Con estos hechos como introducción, es preciso pensar en otros municipios de otras entidades del país que se enfrentan a diario al fenómeno de la delincuencia a mayor o menor escala. Si bien es cierto que los cárteles de la droga a grandes dimensiones juegan un papel central para entender la inseguridad nacional, existen a lo largo del territorio manifestaciones distintas de extorsión y violencia directa hacia la sociedad civil.

 

En muchas ocasiones, sobre todo en localidades rurales lejanas a las zonas urbanas (aunque no necesariamente, pues véanse los hechos violentos ocurridos en Jalisco la semana pasada), las autoridades locales, por una u otra de las razones de las que se mencionaron en el segundo párrafo, no pueden combatir lo que amenaza la seguridad de los habitantes de determinado sitio.

 

Regularmente, el miedo opera como un dispositivo que amortigua cualquier búsqueda de solución por la vía legal en la ciudadanía, como denuncias ante las instancias de justicia, lo cual se suma en ocasiones a la corrupción existente en estas últimas. En muchos momentos es preferible, sobre todo a nivel individual, guardar silencio y resignarse a vivir de manera eterna con dicha situación.

 

Empero, el miedo también manifiesta límites, y el hartazgo de una sociedad de vivir condenada tarde o temprano explota (esto aplica con recursos reconocidos como legales –como la elección de gobiernos en las urnas- y otros que no –como el caso de los grupos de autodefensa-).

 

Los duendes de la aldea muy, muy lejana (tan lejana que ningún cartógrafo alcanzó a incluirla en algún mapa) que existió hace mucho, mucho tiempo (tanto que no hay registros en pergamino histórico alguno) se preguntaron: ¿es urgente y necesario formar autodefensas para combatir a los envenenados por la lechuza proveniente del oeste?

 

Pero esa es solo una pequeña parábola. Cualquier parecido con la realidad…

Autodefensas... ¿urgentes?

Michael Molina

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