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Uno de los aspectos más importantes de cualquier sociedad es su sistema financiero, el cual tiene como principal finalidad captar los excedentes financieros de las entidades o personas para canalizarlos hacia otros sectores que necesitan de ese financiamiento.

 

El problema del sistema financiero mexicano es que los créditos, ya sea al consumo o  productivo, tienden a ser muy caros. Es decir, al final de cuentas, uno termina pagando mucho dinero en intereses a los bancos o entidades financieras cuando se adquiere un automóvil, aparato electrodoméstico o alguna prenda de vestir en una tienda departamental. Muchas veces es difícil conseguir una tarjeta de crédito o un financiamiento porque los bancos piden muchos requisitos, como el presentar comprobantes de ingresos o demostrar ser propietario de algún inmueble, lo cual hace imposible que las personas que viven en las zonas rurales  puedan acceder al sistema financiero.

 

El sector agrícola es uno de los sectores más perjudicados por la escasez de créditos, y eso tiene como consecuencia que no se modernicen las técnicas de cultivo ni que los agricultores mexicanos puedan adquirir un tractor o alguna maquinaria sofisticada; más triste aún si se toma en cuenta que muchos de ellos ni siquiera poseen un metro cuadrado de tierra y sobreviven con menos de un dólar al día.

 

De acuerdo con la visión de los cuadrados tecnócratas neoliberales, con la privatización de los bancos se generaría una mayor competitividad entre las instituciones bancarias para hacer más eficiente el mercado financiero; no obstante, los resultados han sido muy pobres, pues los bancos han creado una especie de oligarquía al cobrar comisiones bancarias muy altas y otorgar créditos con tasas de interés muy elevadas.

 

A pesar de que México a nivel país cuenta con una tasa de morosidad similar a la de los Estados Unidos y el Reino Unido, es decir, que hay un número de consumidores mexicanos que no cumplen con sus pagos a tiempo en igual proporción que los norteamericanos e ingleses, la tasa de interés para los créditos en México es casi cuatro veces más alta que en esos países, lo que evidencia que el sistema financiero actual tiene muchas carencias y que el riesgo de incumplimiento de pago no debe utilizarse como pretexto para que los bancos usureros cobren intereses estratosféricos.

 

Por otro lado, las instituciones enfocadas al mercado de los microcréditos, como Compartamos, Elektra, Coppel, etcétera, han proliferado en los últimos años, principalmente en las zonas rurales, donde la población no tiene acceso al servicio financiero formal. Hay quienes defienden a estas empresas argumentando que benefician a los pobres porque les ofrecen un financiamiento sui géneris dado que no podrían obtenerlo en otras instituciones por la falta de comprobantes de ingresos o de un buen historial crediticio; sin embargo, desde mi punto de vista, sería como justificar la avaricia de los empresarios que; más bien, se han aprovechado de esta situación para hacer negocios a costa de las necesidades de la gente que vive al ras del umbral de la pobreza.

 

Tomando en cuenta los efectos negativos que ocasiona la falta de financiamiento, es lamentable que no exista un plan gubernamental que busque mejorar nuestro sistema financiero, sobre todo que tenga como objetivo beneficiar a las clases sociales vulnerables. De ahí que las políticas económicas tendrían que diseñarse para redistribuir la riqueza y para que las personas de bajos recursos puedan acceder al financiamiento productivo, que es el que permite que se pueda abrir un negocio, comprar alguna maquinaria o adquirir mercancías a buen precio, lo que ocasionaría una mayor derrama económica en las comunidades.

 

Gran expectación causó la instalación del primer cajero automático en Ixhuatán el año pasado, lo que marcó una pauta en la historia del municipio y el cual ha beneficiado a los paisanos que pueden acudir a él a retirar efectivo sin tener que trasladarse hasta Juchitán. Es cierto que todavía está pendiente el sueño de tener un banco; sin embargo, este no llegará por decreto presidencial ni por arte de magia, sino cuando podamos tener las condiciones de seguridad, de mercado y de certeza jurídica suficientes para que los bancos comerciales puedan instalar una sucursal en nuestro pueblo.

 

Muchos de nuestros paisanos viven actualmente un terrible endeudamiento, la mayor parte de las veces por adquirir bienes de consumo, lo que ocasiona que no generen ningún ahorro porque tienen que pagar la letra o mensualidad del préstamo que adquirieron o porque de plano el dinero que ganan solo les alcanza para cubrir sus necesidades básicas.

 

Lo que sí podemos hacer como sociedad es diseñar nuevas estrategias para inculcar la cultura del ahorro en los niños, para que vuelvan los tiempos donde los niños ahorraban sus centavos en su cochinito de barro con la ilusión de romperlo el día de la feria de la Candelaria. También podemos revivir las viejas prácticas de ahorro en las cooperativas escolares que organizaban las escuelas primarias y secundarias, donde se volvió costumbre alguna vez esperar con impaciencia los últimos días de clases para recibir la parte monetaria que nos correspondía del ahorro generado en la cooperativa escolar. Lo importante es no quedarnos con los brazos cruzados esperando que un presidente, gobernador, senador o diputado nos venga a arreglar nuestros problemas. Bien lo decía el colega panoptiquero Manuel Antonio Ruiz: “No necesitamos de ningún gobierno para organizarnos”.

 

En pleno siglo XXI muchos de los ixhuatecos viven al día, sin acceso a cuentas de ahorro; algunos todavía guardan su dinero debajo del colchón, otros tristemente han tenido que recurrir a los costosos créditos al consumo de Elektra, Coppel o Compartamos. A pesar de esto, el ixhuateco no deja de ser ixhuateco, y esto se ve reflejado en su idiosincrasia, en su imaginación y en su ingenio para inventar historias, escribir poesías y componer canciones. Así lo hace nuestro coterráneo Fulvio Cruz con su canción “Mis deudas”, en el cual expone artísticamente la triste realidad de las finanzas de los ixhuatecos, develando el sarcasmo local y mofándose de las desgracias que dejan las deudas.

El ixhuateco y sus finanzas

Florentino Cabrera García

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