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10/5/2016

 

 

No podrán amordazar su voz

porque es fuego el grito de los hombres,

que se unen como un arcoíris

en abrazo de mar a mar.

 

Isaú:

 

No me he olvidado de ti; te he tenido muy presente, aunque tus palabras ya no alcanzo a escucharlas.

 

Retomé la pluma para contarte muchas cosas, entre ellas que últimamente hay gente que ha estado pidiendo mi palabra ante distintas situaciones y acontecimientos, y eso de andar pensando en qué debo decir me ha vuelto serio y me hace concentrarme en lo que debo decir, sobre todo para no ser incoherente, cosa que, como sabes, me es muy difícil. Debo reconocer que en mis escritos no uso el humor, aunque quisiera tener esa habilidad.

 

Hoy no quiero criticar ni analizar o poner dedos en llagas. Comparto contigo algunas ideas y esperanzas.

 

Me pensaba en todas estas cosas de lo que se piensa que va suceder. Ya los escritos de más de un año en PANÓPTICO IXHUATECO dan cuenta de eso; sin embargo, la advertencia del despojo que trae el desarrollo, eso que muestran los escritos, no es el trabajo que realizamos en el día a día.

 

Fíjate que nuestra acción en las dos preparatorias que ahora atendemos (La José Martí de Ixhuatán, que ya conoces, y la extensión en san Francisco del Mar, Pueblo Viejo) va más allá de la fría reunión donde nos enfrentamos padres, estudiantes y catedráticos. Hace 7 u 8 años por supuesto que nos desafiábamos viendo quién tenía la razón de algo que no tiene razón, o los padres diciendo cómo debemos ser los profesores, y los profes diciendo cómo deben educar a sus hijos. Estériles discusiones en las que no me quise desgastar.

 

Ahora, en nuestras reuniones, nos encontramos para dar resultados; nos reunimos para comentar cuáles son los avances de los estudiantes, y, si hay retrocesos, buscamos analizar a qué se deben. Por supuesto que siempre hay quien quiere descalificar el trabajo. En la misma página de PANÓPTICO y más allá, en Facebook, no falta quien nos diga que “ahora resulta que los de la prepa son santos”, como nos comenta alguna persona en “denuncia pública”, cuando lo que estaba denunciando es una acción en nuestra contra. Y no somos santos, pero ya nos falta poquito.

 

Compa, esta forma de relacionarse nos ha ayudado a tratarnos mejor. Hemos descubierto que lo que hace falta es recrear nuestras relaciones. Pensamos que si en lugar de gritarnos para echarnos culpas nos esforzamos por no lanzar culpas y creer en el que tienes enfrente, los encuentros, los diálogos, las pláticas tienen un mejor sabor. Creemos que es necesario sanar el mundo, liberar este mundo.

 

Cuando pensamos en la posibilidad de la instalación de los parques eólicos o las salineras o las mineras o cualquier otro desarrollo que traigan las ahora llamadas ZEE (Zonas Económicas Especiales), cuando pensamos en la desolación que nos comentaba Joselito hace unas semanas en su texto, nos preguntamos ¿qué hacemos para que eso no suceda? ¿Cómo nos preparamos para que ese panorama no llegue?

 

La construcción de una nueva ética

 

Te platicaré algunas ideas sobre este tema que ya de por sí otros muchos han tocado. Aquí lo propongo desde el trato cotidiano de las y los ixhuatecos.

 

A mi parecer, es necesario la construcción de nuevas formas de relacionarnos; necesitamos tomar la iniciativa en acciones que unifiquen, salir al encuentro del otro cuando nos reclama. Para ello es necesario topar de frente el problema. Es necesario decirle a la madre, al padre, al hijo a la nieta: “Esa actitud, esa forma de hablarme, esa manera de contestar me hace daño”, “Eso me hace sentir triste, me lastima”, “Te propongo que, en lugar de gritarme, vengas a mí, y si no contesto me toques con delicadeza hasta atraer mi atención y me digas lo que necesitas”. Es necesario ponerle nombre a las cosas que hacen heridas internas en nuestras vidas que luego hacen crear más heridas en las familias. Es necesario explicar a los hijos desde recién nacidos cómo debe ser la relación familiar.

 

Hace muchos años, en la Iglesia nos empeñamos en retrasar la edad de los matrimonios; no queríamos casar a menores de 18 años. Algún obispo o cura con influencia convenció a los diputados que legislaron y efectivamente pusieron la edad mínima para el matrimonio civil el de 18 años. ¿Qué resolvió esa ley? Creo que uno de sus efectos es que ahora hay un gran número de uniones libres. Este mes han sido numerosas parejas que decidieron casarse, y esperarán de 3 a 5 años para poder legalizar su unión y, hasta ese tiempo, registrar a sus hijos. ¿Qué hace falta para tener un impacto positivo en las determinaciones que tomamos? Creo que una mejor relación familiar. Si en casa hay amor, los hijos e hijas no andarán buscándolo fuera como escape de una situación familiar. Necesitamos sanar nuestra relación familiar.

 

Al pensar en una nueva ética, no pensamos en valores a la manera Televisa o a la manera tecnócrata que se enseña en secundaria, donde se habla de respeto, tolerancia, etcétera. Esas son prácticas axiológicas. Buscamos principios que expliquen una forma de comportarnos, y esos principios se fundamentan en algo mayor que nos es común a todos.

 

Hablar de ética implica razonar y accionar basados en las grandes preguntas de la existencia. ¿Podría vivir solo o sola en la vida aislada de cualquier ser humano? Si la respuesta es sí, hazlo inmediatamente. Creo que la respuesta es no porque los humanos hemos vivido en manada siempre; entonces, para vivir en manada (sociedad, comuna) debo pensar en el bien del otro que es mi compañero o compañera en la vida. ¿Qué es esencial para que existamos en esta vida? A mi parecer, la respuesta es agua, aire, tierra, casa, vestido, cariño, atenciones. Toca entonces hacer una vida con esos valores y desprenderse de lo que no es necesario, desprenderse de cosas superfluas.

 

Hay una pregunta fundamental que estamos trabajando con los grupos con los que estamos accionando nuestros quehaceres. ¿Para qué estoy aquí? ¿Qué es lo que puedo y quiero hacer por lo demás? ¿Qué quiere esta vida de mi? ¿Qué le puedo ofrecer? Es importante pensar en qué quiere la vida y no qué es lo que quiero de la vida. Nosotros queremos muchas cosas, incluso las innecesarias. Pero la pregunta correcta es ¿qué quiere la vida de mí? O, si quieres, cambia la palabra vida y ponle la palabra Dios.

 

Te recomiendo que te dediques 10 minutos diarios en completa soledad y silencio, sin escuchar nada, sin rezar, sin pensar en qué vas a comer, en soledad completa. Cuando vayas por el minuto 5 hazte la pregunta ¿qué quiere la vida de mi? ¿Qué quiere este planeta de mí? Cuando encuentres la respuesta te sentirás muy feliz y trabajarás con muchas ganas.

 

Cuando hice la filosofía (de eso ya llovió), escuchaba a los padres hablar de los hijos que los amenazaban con denunciarlos ante derechos humanos; aún ahora hay padres que se espantan cuando sus hijos de 8 o 10 años les amenazan con ir al DIF a denunciarlos por maltrato. Con esto, además del mito de “no quiero que sufras lo que yo sufrí” (por eso mejor estudia), la autoridad se transformó espantosamente.

 

Los padres y abuelos dejaron de conducir a los pequeños que ahora viven en grande incertidumbre. No son malas personas, solo no saben qué camino tomar porque no fueron conducidos.

 

A los hijos se les conduce enseñándoles a trabajar, llevándolos al lugar de trabajo y jugar a hacer ese trabajo. Las personas tenemos necesidad de ser útiles en la vida. Solo nos sentimos útiles cuando nos sabemos hacedores, creadores de algo en nuestro entorno. Es necesario no castigar a los hijos con el trabajo: “Si no vas a la escuela, te vas al campo o a la pesca”. Eso es castigo, sentimos culpa por ir a pescar, la culpa de no haber estudiado. Eso vuelve insana nuestra vida y nuestra relación familiar. Hay que trabajar porque en la vida hay que ser útil, porque la vida necesita de nosotros.

 

Una vez que nos planteamos una ética tan antigua y tan nueva, estamos ya en la disposición de hacerle frente al crimen organizado y también al desorganizado. Quizá unos dos o tres de los nuestros tengan que ofrendar la vida y ser útiles a la vida de esa manera, pero también acabaremos con los secuestros, con los robos, con el pago de derecho de piso, y de paso acabaremos con esos “extraños enemigos que profana con sus plantas tu suelo”. Expulsemos a esos perros extranjeros que quieren seguirse enriqueciendo con el entorno que no les pertenece.

 

Entonces te propongo:

 

1.- Contesta las grandes preguntas de la vida.

2.- Piensa en los demás; tú no eres el centro del Universo.

3.- Habla de tus sentimientos y habla con respeto.

4.- Sana tus relaciones familiares.

5.- Enseñar a trabajar sin castigo y sin culpa.

6.- No tengas miedo a tus hijos. Tú eres padre o madre para educar a tus hijos.

7.- Conduce a quien no encuentra o no sabe sentirse a gusto en esta vida.

8.- Vamos a hacerle frente a la inseguridad.

 

Pero tantas palabras quizá pudieran llevarse a la práctica. ¿Qué te parece si cuando terminen las elecciones hacemos una campaña de reconciliación, de regenerar nuestra fraternidad, de sanarnos como pueblo? ¿Podrías hacerlo? ¿Te integrarías a unas jornadas de diálogos o rituales en favor de sanar nuestras heridas?

 

Espero nos encontremos y cantemos y caminemos los pueblos, los barrios, y generemos amistades duraderas.

Ética para el buen vivir

Manuel Antonio Ruiz

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