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14/8/2016

 

“¡Educación primero al hijo del obrero! ¡Educación después al hijo del burgués!”, me dijo hace poco, no sin cierta dosis de sarcasmo, un ixhuateco, priista, a propósito del movimiento magisterial, en el que participa, que hoy se libra en Oaxaca en repudio a la reforma educativa de Enrique Peña Nieto. Esto, con su conocimiento sobre mis cuestionamientos hacia aquellos militantes de la CNTE que han sido (y seguramente lo seguirán siendo por el resto de su vida) fieles votantes y promotores del sufragio del PRI en cada elección en la que les ha tocado participar pese a conocer la histórica forma de proceder de los gobiernos tricolores en lo que a movimientos sociales se refiere. Crítica que planteé en este portal en una columna publicada en el mes de marzo del año en curso (véase “Maestros priistas ‘contra’ el PRI”).

 

Sus máximas –de eminente significación marxista–, de las más citadas en protestas sociales tanto en México como en otros países de América Latina, junto con las acciones en las que él y otros paisanos de Ixhuatán se han involucrado en la nueva lucha del magisterio, me hacen pensar en el impacto y el legado que este tipo de fenómenos puede dejar en los habitantes movilizados políticamente en el pueblo de hojas.

 

Y es que, pese al desinterés, el clientelismo, las ambiciones individuales y de grupo, la corrupción y todos aquellos factores perjudiciales que pueden identificarse en parte de la vida política ixhuateca, la participación de nuevos sujetos sin experiencia activa (incluso no por iniciativa propia en un principio) en el repudio a disposiciones gubernamentales provoca una catarsis en la cultura política de Guidxiyaza digna de ser analizada. Cultura política entendida como el conjunto de representaciones que la gente se hace sobre el orden –político– de su país, estado, pueblo.

 

Las formas de protesta del gremio magisterial han sido repudiadas por diversas voces de la sociedad mexicana. El sector empresarial es uno de los principales críticos al recriminar las pérdidas millonarias en los estados con presencia activa de la CNTE; incluso ha llegado a solicitar que en Michoacán se cierren las normales rurales por considerarlas “escuelas de formación guerrillera” (http://goo.gl/vxyW5x), similar argumento al que operó como justificación en las dictaduras militares de la década de 1970 en países como Argentina y Chile o como orientadora de las políticas de seguridad en México en esos mismos años para reprimir posturas críticas del régimen en cuestión: la guerra contra la subversión, contra el marxismo.

 

Miembros de la sociedad civil que ven entorpecida su libre circulación también han expresado constantemente su rechazo y exigen que el gobierno federal use la fuerza pública ante la postura del magisterio disidente de no retirar los bloqueos hasta que la reforma, de carácter constitucional, sea derogada. Esto puede observarse de manera más notable en asalariados del sector privado sin sindicatos ni participación política de algún tipo, situación que con el paso de los años se ha ido naturalizando al grado de ver perjudiciales las luchas de gremios que exigen mejores condiciones laborales.

 

El papel de los sindicatos es esencial en la vida política de un país, más aún dentro de las relaciones laborales al interior del mismo. Y no me refiero al sindicalismo oficialista como el de la CTM, la CNOP o la CNC, gremios que a lo largo del siglo pasado edificaron el carácter corporativo del partido político que obstaculizó (y sigue obstaculizando) el desarrollo democrático de México. Me refiero a sindicatos que ejercen efectivamente un contrapeso ante los tintes autoritarios y la intolerancia que muestran gobiernos como el que actualmente administra los bienes de la república.

 

Independientemente de lo que suceda con la reforma educativa –que, con el pago de los salarios retenidos y la liberación de sus principales líderes, parece ir por buen camino para los docentes­–, los ixhuatecos que participan hoy en las protestas públicas de la Coordinadora ya tienen un gran triunfo: la sensibilización política como agentes activos en busca de visibilizar crisis y exigir soluciones a estas. Hoy entienden que la política va más allá de los partidos y las urnas.

 

Esperemos que esa actitud crítica que ahora muestran sea trasladada a la vida política de nuestro municipio para generar espacios de participación que vulneren las barreras impuestas por las élites que toman las decisiones que le corresponden a la comunidad ixhuateca en su conjunto.

Ixhuatecos politizados

Michael Molina

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