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Y de pensar que pude ser tu madre.

Muxhe juchiteco

 

Escribía hace meses sobre el mito del matriarcado en la sociedad zapoteca del Istmo. Basé mi texto sobre mi tesis de licenciatura. Lo sigo afirmando: no existe matriarcado e insistir en ello es misógino. Cito a Celia Amorós: no hay evidencia antropológica, etnológica y sociológica de ello en la historia de la humanidad.

 

También he escuchado sobre otro mito: nuestra sociedad es tan abierta que tener hijos e hijas homosexuales es una bendición. Desde que realicé mi estudio, a mediados de los 90, lo escuché, y nada de lo que documento pudo ser concluyente en ese tema. Al contrario, había un discurso misógino en la sociedad y el despertar de la sexualidad en hombres y mujeres era igual de complicado que en el resto de las sociedades occidentales. Y los muxhes estaban relegados a tener una vida de subordinación en una sociedad patriarcalizada, incluyendo no mostrar abiertamente sus preferencias. Empezaban a ser visibles en una sociedad en tránsito de liberarse toda y varios de ellos ya tomaban parte activa en un tema en ese entonces y que los estigmatizaba: el sida. Nacían las Intrépidas buscadoras del peligro.

 

Tampoco hallé que la homofobia llegara a extremos encontrados en sociedades del altiplano mexicano o en el valle de Oaxaca, era menos invasivo hacia los muxhes. Y lo documentado en sociedades indígenas con base en estudios históricos y etnológicos fue lo siguiente: alrededor del mundo se han hecho diversos estudios culturales en relación a la homosexualidad en culturas, como los griegos, romanos e incluso japoneses; sin embargo, haré omisión de estos estudios y centraré la importancia en lo que respecta a la homosexualidad relacionada a México, en este apartado que corresponde antes de 1521, fecha considerada como la caída de Tenochtitlán, pues la conquista total fue un proceso más complejo.

 

Algunos antropólogos e historiadores señalan la presencia de la homosexualidad en sociedades como los karankawas, ubicados en la superárea cultural de Aridoamérica, específicamente en lo que hoy es el sur de Texas, cuyo territorio antes de la anexión de Estados Unidos, en 1846, pertenecía a México. Los antropólogos dicen con respecto a esta cultura que “entre las peculiaridades culturales de este grupo se encuentra (…) la aceptación llana de las relaciones homosexuales”. Por otro lado, también se sabe que “en las culturas chamanes (indios de las planicies de América del Norte, tchouktches de Asia Central, escitas, etc.), el chamán, o berdache, se vestía de mujer, se comportaba por completo como del otro sexo, se casaba con un hombre y se asumía una homosexualidad del tipo anal”.

 

En los mismos ámbitos culturales, encontramos un fenómeno similar entre las mujeres. Entre los mojaves, los primeros son llamados “alyha” y las segundas “hwame”, mientras que entres los navajos, ambos son calificados de “nadle”. Otro autor que nos habla de los homosexuales pero en la Tenochtitlán de la cultura mexica es Gruzinski, quien explica que: “Algunos indicios revelan la presencia de individuos o grupos que rechazaban el orden establecido y cuyo comportamiento contradecía las enseñanzas antiguas: espíritus rebeldes, mujeres de mala vida, adúlteros, sodomitas y lesbianas (…) El temor al travesti provocador, repugnante, asqueroso acomete a las almas buenas…La represión cotidiana está rodeada de una brutalidad extrema. La muerte castiga a los sodomitas…”.

 

A través de estas aseveraciones por parte de estos autores, es contundente la presencia de las relaciones afectivo-sexuales homosexuales en el México antiguo, que comparte en este sentido los valores pregonados por el cristianismo que pregonaron los conquistadores acerca del papel del hombre y la mujer dentro de la sociedad al conquistar a las culturas indígenas, pues ya existía una fuerte carga cultural con respecto a los roles sociales en relación a la heterosexualidad.

 

Según Salvador Novo, Torquemada dejó constancia acerca de las acciones que Nezahualcóyotl emprendía contra los homosexuales: “ordenaba que al hombre homosexual considerado pasivo (penetrado) se le extrajeran los intestinos por el ano y fuera después enterrado en cenizas calientes, sobre la que los jóvenes, haciendo burlas, echaban leña para que ardiera mejor. También al activo (penetrador, que por ende no se le desvinculaba tanto del papel esperado en el hombre) lo enterraban en tales cenizas hasta que moría”.

 

Hay otros debates acerca de la homosexualidad que López Austin trata en relación a las culturas prehispánicas; sin embargo, podemos concluir que hubo dos concepciones: la asimilación y el dominante rechazo y castigo en el México prehispánico contra los homosexuales.

 

Pensemos en el caso de la Conquista, después de 1521 y antes de 1810, donde surge el México independiente. Es necesario recordar que, en la Colonia, una de las instituciones más poderosas era la iglesia, que consideraba a la homosexualidad uno de los pecados más graves; por otro lado, la palabra y el concepto de homosexual no se usaban en la época colonial; en el siglo XVII ya se utilizaba de manera corriente la palabra “puto” para designar a quienes preferían esta práctica sexual, aunque las autoridades los llamaban “sodomitas” o “sométicos”.

 

Serge Grusinzki, arma su investigación con un solo caso ocurrido en Nueva España en 1658: “El 6 de Noviembre de ese año se llevó a cabo un auto de fe donde fueron quemados 14 hombres, otro más se salvo de la hoguera por ser demasiado joven, éste fue azotado y vendido a un mortero por seis años, todos ellos habían cometido el pecado de sodomía” .

 

Sin embargo, también se señala que en las pulquerías se admitía la presencia de hombres vestidos de mujer. En referencia a este caso de los inculpados y castigados en el auto de fe, se consideraron 123 inculpados: españoles, indios, mestizos, negros, mulatos, castizos, moriscos y un portugués de diferentes condiciones sociales, desde esclavos y domésticos hasta estudiantes, artesanos y comerciantes.

 

Estas afirmaciones con base en el estudio de Grusinski conllevan una vez más al ocultamiento que existía a causa de las relaciones homosexuales, lo que presentaba invisibilidad social y el castigo por parte de las autoridades tanto religiosas como gubernamentales que regían en esta época. Estas tendencias acerca del desconocimiento y aberración por parte de la sociedad prosiguieron hasta mediados del siglo XX, lo cual coloca a la lucha homosexual como algo relativamente nuevo en la historia. Por tanto, no hay evidencia de sociedades indígenas tolerantes. Existió mas diversidad en la sociedad griega, con epopeyas de dioses comedores de jóvenes raptados para disfrute de estos. Está sobradamente documentado en la literatura.

 

La homosexualidad es la tercera causa de discriminación nos dice la encuesta nacional sobre el tema. En la muestra incluyó a Juchitán y Salina Cruz. Los estudios llaman como símbolos a destacar del “protagonismo” muxhe los oficios que tienen: estilistas de la moda zapoteca -ellos diseñan y bordan el suntuoso traje regional de las mujeres  y sus adornos floreales para el cabello-, los indispensables y coloridos adornos de las fiestas o de los santos y los carros alegóricos en papel maché para los desfiles que acompañan las fiestas mayores, pintan las mantas y los estandartes que se utilizan para decorar y delimitar el espacio ritual de las fiestas, son los coreógrafos que se encargan de inventar y dirigir los bailes en boga en los 15 años y los aniversarios, son los cocineros de la comida tradicional y los cantineros que agregan gracia y volumen a la borrachera, pueden ocupar un puesto de jerarquía y tradicional como brujo o curandero, ámbito también femenino. Estas afirmaciones no pasan la prueba de cualquier estudio de género medianamente decente.

 

Esos oficios son vinculantes a la razón patriarcal, están ligadas al trabajo doméstico y generalmente son relegados de la verdadera toma del poder. ¿Qué si podemos ver como específico de los muxhes? Que sus relaciones amorosas las tienen con heterosexuales (en realidad, bisexuales) y no con otro homosexual y asumen el papel de pasivos y, en algunos casos, los roles femeninos que la sociedad zapoteca otorga.

 

El activo no se pone en duda (ahora ya no tanto, los jóvenes actuales están más ilustrados y saben que o son bisexuales u homosexuales) o no se ponía: puede tener pareja mujer y casarse sin que alguien pueda reconocer en él a otro muxhe. Sin embargo, pocos llevan una vida de pareja de largo plazo. En Ixhuatán, tenemos solo un caso de un muxhe que tiene vida en pareja reconocido por todos.

 

Pero, bien decía Cinthya Vasconcelos: aún no despatriarcalizamos nuestras mentes. Cualquier asomo de colores, discursos o actitudes sirve para descalificar y denostar. El discurso homofóbico y misógino persiste en nuestra sociedad. Para mal, y para peor, porque entonces esa mentira repetida de que los muxhes son vistos como bendición en una sociedad marcadamente patriarcal no puede ser repetido.

 

Ringlera: no quería dedicar una línea más a los trolles, pero haré una acotación: existen algunos en Ixhuatán a los que les molesta que mi familia y un servidor hayamos en algún momento tenido  el alto honor de haber sido mayordomos en la Candelaria. Las mujeres de mi familia mandan un mensaje a quienes eso molesta: no se preocupen, eso ya no volverá a pasar. Total, la lista de quienes quieren es de la misma extensión de quienes aspiran a ser presidente municipal. Punto final.

 

A la memoria de Tito y de aquellos muxhes que tuvieron la valentía de mostrar sus preferencias en una sociedad cerrada, como lo era el Ixhuatán de los 70.

De mitos a mitos: del matriarcado zapoteca a la homosexualidad como bendición

Joselito Luna Aquino

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