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Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques.

Todo lo demás son relaciones públicas.

George Orwell

 

Dudo mucho de que, a estas alturas del devenir de las sociedades, aún haya alguien que sostenga (en serio) la existencia en sí de algo denominado objetividad. Lo dudo incluso más cuando esta se trata en el ámbito de las llamadas ciencias sociales. Y no solo entiendo que seguir reforzando esa construcción en el sentido positivista sea hipócrita, sino que resulta por demás perjudicial para la humanidad en su conjunto.

 

En el círculo de los profesionales de la información, dicha idea ha sido sumamente cuestionada y, para mí, superada. Los más sensatos afirmarán que puede hablarse de verdad objetivada a partir de variables que una comunidad autodenominada científica establezca mediante sus convenciones. Los mismos medios de comunicación se alejan de dicho postulado desde el momento de determinar una línea editorial. Inclusive quienes se hacen llamar independientes en cuanto a desincorporación orgánica alguna se refiere están conscientes de que sus interpretaciones de la llamada realidad serán parciales dada su propia constitución como sujetos pensantes: darán prioridad a determinados temas, evaluarán los problemas desde sus premisas, utilizarán las herramientas con las que fueron educados, entre otros rasgos particulares.

 

Lo anterior no debe ser tomado como el apocalipsis del conocimiento, sí como fractura del paradigma moderno-occidental, ese del que tanto nos jactamos quienes hemos sido adiestrados por los sistemas universitarios herederos de la Ilustración y la revolución francesa. Más bien se trata de una oportunidad para cuestionar y reconfigurar las bases académico-científicas que moldean nuestra concepción del mundo.

 

En todo trabajo de difusión de información hay una intencionalidad: habrá quienes busquen colocar sus causas en la agenda colectiva, cuestionar a actores o fenómenos con los cuales discrepan, beneficiar a un candidato a un puesto de elección popular o a alguna otra figura ante la opinión pública, defender determinada postura teórica o práctica. Incluso quienes realizan trabajos comprometidos y estrictamente apegados al rigor metodológico que el periodismo exige y lo más alejados del objeto en cuestión tienen algún tipo de filia: para que la sociedad esté informada y tome mejores decisiones, para contribuir al desarrollo de la democracia en un país o para hacer énfasis en los asuntos de interés colectivo.

 

En el PANÓPTICO IXHUATECO hemos fusionado una diversidad de intereses particulares para trabajar de la mano. Desde el objeto de análisis y reflexión que nos ocupa –Ixhuatán– está claro que nuestros puntos de vista no son desinteresados. Nos mueven valores o problemas específicos que, a nuestro juicio, son relevantes. Por esto está claro que no pretendemos difundir ideas desde el viejo esquema de la objetividad o la realidad en sí misma. Este punto de partida es todavía más claro cuando nos situamos abiertamente en el género periodístico de la opinión. Todas nuestras interpretaciones son, pues, estrictamente subjetivas.

 

Si bien es cierto que esta plataforma no es de carácter puramente periodístico –ya que confluyen perspectivas literarias, históricas, culturales y demás–, el hecho de que esta sea una de sus particularidades obliga, creo yo, a cumplir con esa función social que se le exige a los que se involucran en la difusión de la información. Particularmente, lo que me motivó a formar parte de este proyecto se divide en dos grandes rubros: mi inconformidad con la forma de participación ciudadana que se experimenta en Ixhuatán y el interés por crear un espacio de difusión de información relacionada con nuestro pueblo. Un aspecto político y otro periodístico. Intereses personales, de formación y convicción ambos.

 

El tratamiento de la información implica responsabilidad, más aún cuando remite a asuntos que repercuten en circunstancias propias y de terceros. Por informar se han perdido vidas, padecido exilios o sufrido atentados graves. Se dice en el gremio: “Ninguna nota vale una vida”, sentencia por demás acertada para autoprotección de periodistas. Al Semanario Zeta, por ejemplo, su labor le ha costado muertos. Sin embargo, existen medidas que pretenden contrarrestar la vulnerabilidad en la que se encuentran los informadores, como la omisión de firmas en artículos y fotografías sobre narcotráfico y crimen organizado, la creación de agrupaciones de protección a periodistas, el tratamiento profesional de la información, entre otras. Es posible ingeniar muchas otras medidas, lo que no es opción es dejar de informar.

 

“Este oficio es para valientes”, me dijo un periodista ejemplar hace un tiempo mientras le planteaba un proyecto de investigación para mis estudios de posgrado en el área. Sus décadas de experiencia me sugirieron que valentía no se equivale a estupidez. Porque valiente no es aquel que se lanza al ruedo sin pensar las consecuencias que traerán sus acciones, sino quien busca opciones para llevarlas a cabo sin que eso le afecte personal o profesionalmente. “Un periodista con miedo”, me indicó, “simplemente no puede serlo. Es mejor desistir y dedicarse a otra actividad”.

 

Lo he repetido hasta el cansancio: mi apuesta por la difusión de información sobre Ixhuatán se guía con el fin de que la sociedad se involucre en los asuntos que le corresponden para que pueda transformar sus condiciones materiales y estructurales y alcanzar mejores circunstancias en su vida diaria, visión eminentemente política. De ahí que entienda que periodismo y revolución no solo no pertenecen a esferas distintas, sino que se entrelazan fuertemente en cuanto efectos se refieren.

 

Es sumamente positivo que las plataformas digitales nos den hoy la posibilidad que ayer no teníamos para expresar públicamente y con alcance global nuestras ideas. Más lo es que se toquen tabús que durante años han oprimido al pueblo. El tratamiento profesional de la información (y con esto no me refiero a la perspectiva académica, sino a la del oficio en su ejecución) será el que deseche a las legiones de idiotas sobre las que reflexionó Fernando del Collado en este portal la semana pasada encargadas de difundir rumores y mentiras ad infinítum y sin el más mínimo rigor ni evidencia.

 

No es opción dejar de informar, por lo menos no es la mía. El día en que eso suceda, sencillamente, me haré a un lado. Congratulado me siento por pertenecer a este grupo de ixhuatecos que buscan llenar un vacío para alcanzar un mejor municipio para habitar.

 

Avisos sabatinos: una nueva producción poético-literaria de un ixhuateco está por publicarse. ¡Albricias! Ojalá que esta llegue a las manos de todos los habitantes del pueblo de hojas. Larga vida a las letras de este sabio personaje.

 

Por otra parte, nos informa el doctor Juan Henestroza que su primer libro, "Ixhuatán: Las hojas de su historia", se ha agotado luego de casi 18 años de su publicación. Mientras no haya una reimpresión, cuídenlo quienes tengan la fortuna de haberlo adquirido. Asimismo, nos dice que de su segunda obra, "Adiós café", le quedan unos 60 ejemplares. En mi biblioteca personal están ambos, este último recién obsequiado por el mismo autor, por lo que le estoy muy agradecido. Ojalá que pronto nos llegue la noticia de un tercer trabajo. Enhorabuena por este escritor ixhuateco.

Periodismo y revolución

Michael Molina

Tomada de www.almomento.mx

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