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Para mi madre,

quien me parió en días de fiesta.

 

(Uno)

 

Estamos de fiesta. Sí, Ixhuatán está de fiesta, y los ixhuatecos somos en estos días los más felices del Istmo, no digo del mundo porque sucede que la veneración a la Virgen de la Candelaria ocurre en muchos pueblos del mundo; pero, al menos en Oaxaca, la Vela de la Candelaria de Ixhuatán se ha destacado por encima de otras en la región.

 

Los ixhuatecos, independientemente de la religión que profesemos, nos sentimos arraigados a esta celebración, que, en un principio, como ya lo documentaron otros compañeros de este medio, fue un ritual pagano que celebraba el término de la temporada agrícola. Sentimos que es parte de nuestro patrimonio cultural y por ello se discute constantemente las formas en que debe desarrollarse, así como el rumbo que debe tomar en los años siguientes.

 

Lo que es bien cierto es que, en estos días de feria, más del 99% de ixhuatecos, vivan en Ixhuatán o fuera de él, deseamos al menos estar un día para ser partícipes de los rituales en torno a ello; de todos los lugares del mundo levantamos la mano y tomamos el camino rumbo al pueblo. El ixhuateco puede faltar a cualquier otra celebración en el año, pero añora, se duele y se acongoja no poder asistir a su pueblo en estos días de feria.

 

(Dos)

 

Desde días antes, cuando se comienzan a preparar los enseres para las fiestas, en todas las casas ixhuatecas siempre se cuentan historias que han ocurrido en años anteriores; algunas se vuelven públicas; otras quedan relegadas a la privacidad de la familia; otras, por decisión de quien las vive, quedan en el anonimato; otras se llegan a publicar en distintos medios (Léase “De cómo aquella noche de calenda tuvo un amor loco”, de Joselito Luna Aquino -http://goo.gl/JIYoSL-), pero  siempre, siempre, la Vela de la Candelaria tiene una historia y una identidad que nos arraiga.

 

(Tres)

 

Laura me prometió que nos volveríamos a ver, que platicaríamos con más calma el amor que le profesé al conocerla, ese amor surgido durante el baile de la noche de feria en el pueblo. El año pasado la vi y no dudé en invitarla a bailar; a mí, que no me gusta bailar, no me importó. La vi sentada, sola, me acerqué a su mesa y le pedí que bailara conmigo; ella se levantó sin contestarme y bailamos toda la noche, solo nos detuvimos para besarnos entre el cambio de participación de los grupos que amenizaban el baile.

 

 - Me llamo Laura.

 - Yo, Roberto.

 

 Y así seguimos bailando. Cerca de la madrugada, quien me dijo era su madre se acercó para decirle que se iban a casa. Laura me dio señales de quién era, de la familia a la que pertenecía, de que el siguiente año volvería y que deseaba que yo volviera para repetir la noche maravillosa que acabábamos de vivir. Le dije que sí. Le prometí ansiar el cambio del calendario y esperar para volver a verla; ella me prometió volvernos a ver y bailar conmigo toda la noche.

 

Anoche la busqué en el mismo baile de feria. Toda la noche me la pasé caminando entre las mesas de los reservados. Nada. Ni siquiera el olor del perfume que portaba aquella noche para hacerme la ilusión de que la encontraría. Nada. A pesar de ello, no me rendí y la madrugada me sorprendió en la puerta del campo de futbol que sirve como pista de baile. Quería ver si esa noche estuvo allí y yo no pude encontrarla, pero nada.

 

 Hoy, mientras caminaba rumbo a la terminal de autobuses, creí verla, corrí para alcanzarla.

 

- ¡Laura, Laura Gallardo!

- Hola, creo que me confundes. Yo no soy Laura, soy su hermana. Ella no pudo venir, su marido no la dejó.

 

(Cuatro)

 

Yo

Nací un día en que amaneció más temprano que de costumbre.

Las tórtolas anunciaron el inicio de mi muerte.

Hubo algarabía por todos los rincones de mi pueblo.

Una enramada se construyó para proveer frescura a mis pasos.

Fueron días de feria.

Los danzantes recorrieron, en calenda, cada una de las calles vitoreando mi nombre.

Tres días después, mi madre me llevó a bailar con ella.

Fue el son más hermoso del mundo,

por eso un compás musical une su corazón con el mío.

Ixhuatán y su Vela de la Candelaria

(O la historia de la identidad que nos arraiga)

A. Antonio Vásquez

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