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26/10/2015

 

Hace no mucho tiempo, en una de mis estancias en Ixhuatán, estuve platicando con algunos jóvenes ixhuatecos que en ese tiempo estaban a punto de terminar sus estudios profesionales. Por un momento, me dio mucho gusto el hecho de que hubiera variedad de profesiones en el currículum de las nuevas generaciones. Hecho impensable hace unos ayeres, cuando la gran mayoría optaba por ingresar al magisterio.

 

Se notaba en el semblante de aquellos jóvenes el brillo desenfrenado de juventud y la avidez con que debutarían en el mercado laboral. Algunos me platicaron todos los sacrificios que hicieron sus padres y las penurias que tuvieron que pasar para poder lograr sus objetivos.

 

Después de conversar por un buen tiempo con esos jóvenes entusiastas, vino la pregunta obligada a un profesionista que está a punto de recibirse: “¿Dónde les gustaría trabajar?”. Al principio, hubo un silencio entre aquellos jóvenes afables, pero después contestaron casi al unísono: “¡Quiero ser político!”. Me quedé perplejo ante tal respuesta. No supe qué contestarles en ese ejercicio de retroalimentación. Me quedé pensando en por qué habían respondido de esa manera, y por un instante de lucidez se me vino la idea de que quizás en su deseo de ser político estaba el querer mejorar las condiciones de vida de uno de los estados más pobres y atrasados del país: Oaxaca.

 

Una vez superada mi curiosidad, pasé a una segunda pregunta: “¿Por qué quieren ser políticos?”. Y ahí sí hubo un silencio casi sepulcral, donde se quedaron mirando los unos a los otros y donde puede sentir el nerviosismo vibrante de esa juventud galopante. Tuve que repetir la pregunta para que apresuraran su respuesta, y para ser más incisivo volví a preguntarles de forma individual. Finalmente, algunos dijeron que era porque querían ganar mucho dinero, otros manifestaron que les gustaba la idea de ser reconocidos en todo Oaxaca y hubo quien se sinceró y exclamó que en Oaxaca para tener éxito no queda más que estar en la política.

 

Después de esa conversación con las futuras promesas ixhuatecas, se me vino a la mente qué pensaría nuestro coterráneo Javier Aquino, cuya historia de éxito no se formó desde la política, sino en los campos de entrenamiento de futbol. O bien qué pensarán los creadores de la marca Xóchitl Matus, que han puesto a “Ixhuatán de moda”, como lo documentó el compañero panoptiquero Michael Molina. También qué opinión tendrían aquellos ixhuatecos que han emprendido negocios propios exitosos o de los profesionistas que luchan día a dia en el competitivo mercado laboral sin tener que haber recurrido a la política.

 

Será la desgracia de nuestro estado oaxaqueño que las futuras generaciones vean la política no como un medio para servir a su pueblo, sino para servirse de él. Será que el horizonte de Oaxaca, hastiado de tanta corrupción e ignorancia, luzca tan oscuro que no se puedan visualizar otros caminos al éxito que no sea la política.

 

No me disgustó el hecho de que aquellos jóvenes se interesaran en la política, al contrario, entre más personas lo estemos, mayor informados estaremos como sociedad. Empero, el hecho de que siendo casi médicos, profesores, ingenieros y abogados y no tengan como objetivo ser el mejor en cada una de sus profesiones sí me causó decepción, y más cuando ninguno de ellos manifestó como propósito el deseo de ayudar a su pueblo.

No todo es política

Florentino Cabrera Cabrera

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