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15/4/2016

 

Lo dije antes y no me equivoqué: solo un iluso podía pensar que con el par de meses que estuvieron los marinos en Ixhuatán se iban a terminar los secuestros y demás acontecimientos delictivos en el pueblo. Tras su partida, y con el periodo promedio que todos saben que transcurre entre uno y otro plagio, la mañana del pasado miércoles 13 de abril fue privado de su libertad un ixhuateco más (Jairo Linares).

 

Lo que comenzó con una situación anómala hace pocos años (el rapto de un joven melonero de El Morro) hoy se ha convertido en regla en Guidxiyaza, sus agencias y sus pueblos vecinos. Y va a seguir sucediendo en tanto no se tomen medidas extraordinarias referentes a la procuración de la seguridad de los habitantes de dichas localidades.

 

Ha quedado claro (por su ausencia) que no se puede esperar nada de las autoridades en todos sus niveles: las locales están rebasadas y a las estatales y federales no les importa lo que suceda en las comunidades rurales como Ixhuatán. Sobre las dos últimas he citado en distintas entregas para este portal el caso de Tierra Caliente, en Michoacán (léase “Autodefensas, ¿urgentes?): fue hasta que el narco hostigó tanto a los pobladores con extorsiones y asesinatos y los grupos de autodefensas se levantaron en armas cuando el gobierno federal se tomó en serio el tema de la inseguridad en dicha región; sobre las primeras autoridades, las declaraciones de José Luis García Henestroza en su último informe de gobierno, que también he citado en otra columna para esta plataforma (léase “La maldición de los húngaros”).

 

Alarma el hecho de que, justo cuando hay paisanos en niveles políticos pocas veces alcanzados, la situación empeore. Actualmente contamos con dos diputados ixhuatecos en el Congreso del estado, mas los hechos indican que estos hacen poco o nada para darles luz a acontecimientos de tal envergadura para tratar de contrarrestarlos. Ni Gerardo García Henestroza ni María Luisa Matus Fuentes han aprovechado sus relaciones con las más altas esferas del poder político estatal y nacional para colocar el tema en alguna agenda en materia de seguridad para Ixhuatán. La misma Yarith Tannos, diputada federal oriunda de Reforma de Pineda (población que también ha padecido los secuestros), brilla por su desinterés sobre el asunto. Y de Wicho qué decir: su administración pasará a la historia y será recordada como en la que el número de plagios superó a cualquier otro gobierno del municipio, mientras que su alcalde abandonó a su pueblo a su suerte en ese rubro. Y hay otros coterráneos que ocupan puestos importantes en Oaxaca y el país que no se quedan atrás al respecto. Arrastrados a este extremo, al ixhuateco común no le están dejando otra opción más que armarse y cuidarse él mismo.

 

Una paisana me indicó tiempo atrás sobre el asunto: “Yo no me preocupo porque no tengo terrenos ni ganado ni carros”; a esta ixhuateca hoy le respondo que poco a poco los delincuentes van a ir terminando con las personas dueñas de terrenos, ganado y carros, y comenzarán los secuestros exprés, donde por 50 mil pesos cualquiera será levantado. ¿Es necesario que se llegue a eso? Yo creo que no. Ahora más que nunca es preciso organizar esos comités vecinales, barriales, coloniales y municipales de los que Manuel Antonio Ruiz habla para coordinarlos y establecer acciones a realizar a fin de protegernos entre todos.

 

Este no es un asunto entre priistas, perredistas y panistas, es una cuestión vital para dar sostenibilidad a un pueblo completo. Y es que, si no se hace algo ahora mismo, el problema se tornará cada vez más grave al grado de que lo que exista en el municipio sea uno o más cárteles en el exacto sentido de la palabra. Les recuerdo que hay Zetas en Chiapas y en el Istmo de Tehuantepec. Urge una convocatoria masiva que comience a coordinar a los ixhuatecos: que entre ellos iluminen sus calles y vean qué pasa con sus vecinos, que quienes salen a sus ranchos no vayan solos y estén alerta e informen de inmediato por radio o celular cualquier movimiento anormal en su trayecto para que otros puedan seguir sus recorridos, que tengan armas para defenderse, que se mantenga comunicación constante entre las personas sobre situaciones de riesgo.

 

Es cierto que el trauma del problema agrario con los habitantes de San Francisco del Mar sugiere buscar vías pacíficas y racionales para los conflictos que aquejan al pueblo de hojas, pero debe entenderse que ese evento no es equiparable con el fenómeno de violencia que se vive hoy en Ixhuatán, son diametralmente distintos: el primero responde a la lógica de un combate bélico, donde incluso pueden identificarse reglas relativas al espacio y el oponente; el segundo es una serie de sucesos difusos y desproporcionados en los que ni siquiera se sabe a ciencia cierta de quiénes hay que protegerse (pero que son personas reales) y cuáles son los alcances de los oponentes.

 

Alguien que estará dentro de la campaña de Salvador Alejandro Cruz Pérez –y que seguramente ocupará un cargo si este triunfa en las próximas elecciones municipales–, del PRI, usa como argumento para persuadir de que su candidato es el indicado el señalar que este tiene el perfil adecuado (el de procurador de justicia) para atender la crisis de seguridad que viven el municipio y sus agencias. Los candidatos de los otros partidos tienen la misma tarea, impostergable, por lo menos como gestores en instancias –de manera efectiva– estatales y nacionales, pues es cierto que con las condiciones de la policía municipal es imposible atender el problema (léase “Policía ixhuateca, ¿efectiva?”).

 

La inseguridad y la violencia son los temas principales en la agenda pública de Ixhuatán, no hay que perder de vista eso. Es momento de movilizarnos para armar, en coordinación conjunta, la ruta a seguir para impedir, sin pedir permiso a las autoridades, que estos eventos sigan sucediendo y terminen por destruir a un pueblo que tanto trabajo ha costado edificar. Créanme, la Virgen de Juquila, sobre la cual escribí en mi columna anterior, no solucionará el problema. Mi solidaridad con la familia Linares.

Un secuestro más

Michael Molina

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