25/1/2016
Mientras más leo, más ignorante me siento. Pero este es uno de esos jalones de orejas que uno disfruta recibir. Deseoso de conocer a los referentes de la filosofía y la literatura denominadas universales, me doy cuenta de que he descuidado sobremanera la producción intelectual de mi pueblo y región. En un esfuerzo por llenar esos vacíos, me he dado a la tarea de incursionar de a poco en la riqueza histórica y literaria de nuestra tierra.
El año pasado le consulté al doctor Juan Henestroza cuál era el costo y dónde podía adquirir un ejemplar de su segundo libro, “Adiós Café”, a lo que, amablemente, me respondió que me obsequiaría uno. Tuve que esperar varios meses para tenerlo conmigo por cuestiones de radicación, pero, en cuanto llegó a mis manos, no perdí tiempo para leerlo. Y en esta ocasión ofrezco algunos comentarios generales sobre este trabajo.
Casi en su totalidad, esta obra descansa sobre una lógica distinta a la del primer libro del escritor, “Ixhuatán: Las hojas de su historia”, ya que, mientras que el trabajo de 1997 hace énfasis en la presentación y el análisis de documentos de carácter historiográfico, “Adiós Café” recoge un puñado de microhistorias sobre el Ixhuatán de ayer con base en relatos y vivencias del autor y otros ixhuatecos que fueron (y siguen siendo) parte importante para la construcción del Guidxiyaza que heredamos.
Digo casi en su totalidad porque el capítulo 6 de ese primer texto registra contenidos semejantes a toda la segunda obra (véase http://goo.gl/1Fet7P), pues, en sus 163 páginas, Henestroza nos remonta en su segunda encomienda a las costumbres, tradiciones y postales de antaño en el pueblo de hojas: los velorios, los entierros, la vida en el rancho, la zanateada, las cosechas, las inundaciones del Ostuta, los juegos, los festejos en honor a la Virgen de la Candelaria, la ida a Aguachil en carretas, la rama decembrina, las creencias en el Diablo y las brujas, el ritual del rapto, así como diversos personajes que marcaron época por sus cualidades o habilidades para cierta actividad, lo que posibilita la reconstrucción del imaginario de aquel poblado pacífico en el que muchos crecimos.
El título de esta obra remite a una expresión usada en Ixhuatán años atrás (según el autor, ya era utilizada en 1938) y que aún hoy en día puede oírseles decirla a algunos habitantes de la localidad, sobre todo ancianos. Esta se enuncia para referir que una persona murió o que algo se terminó.
A diferencia de “Las hojas de su historia”, este libro ofrece la comodidad de poder ser leído en un par de tardes debido a su amenidad en cuestión temática y la familiaridad de los habitantes de Ixhuatán con lo que en él se expone. Opción que yo no tomé a causa del disfrute que me provocó cada párrafo bien logrado por el doctor Juan. Con esto se me vino a la mente una entrevista a Fernando Macotela, director de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, presentada en el periódico Reforma el 15 de febrero de 2015, sobre la diferencia de leer un libro en formato digital o impreso: “(…) el primer libro que leí en iPad. Aquello se estaba poniendo muy bueno y, de pronto, ¡pum!, di vuelta a la página y se había acabado. Y no me gustó eso. Porque si uno tiene su libro, en papel, va midiendo cuántas páginas le quedan por leer. ‘Ya nada más me quedan 15, mejor no leo porque si no mañana ya no tengo qué leer’”, señaló.
Y ese tipo de lectura, pausada, con espacio a la elaboración de imágenes de la mano de cada relato de “Adiós Café”, es la que recomiendo para este caso. De esta forma se crea una interacción productiva capaz de calar en lo más íntimo de nosotros, que nos sentimos identificados con tal empresa.
El texto está dividido en tres partes: 1.- Los relatos. 2.- Un glosario. 3.- Un caldo de palabras. Las últimas dos son bastante divertidas, ya que en ellas se descarga una cantidad importante de expresiones lingüísticas propias de los ixhuatecos –algunas más antiguas que otras–, y que muchas incluso solo pueden ser comprendidas si se nació y creció en dicha comunidad. Dos columnistas de este proyecto realizaron aportaciones en este mismo sentido (véanse http://goo.gl/Y3liil y http://goo.gl/xCYDzl). El índice es por demás interesante, pues ahí se encuentran nombradas distintas obras que antes trataron asuntos sobre Ixhuatán y el Istmo, lo mismo que otros escritores de nuestro pueblo que han aportado en esta noble labor de la historicidad local.
Con gusto pude darme cuenta también de que varios de los relatos que Juan Henestroza plasma en este libro han sido retomados por él mismo en PANÓPTICO IXHUATECO (como los temas de los remedios caseros de la mano –literalmente– de las abuelas, la figura de Salvador Sánchez en las toreadas de septiembre, el personaje conocido como Camacho –que el escritor actualizó en esta plataforma con una nueva versión sobre su origen [véase http://goo.gl/wFcpXH]–, entre otros). Más que un refrito, considero una manera inteligente de usar este portal para trasladar las memorias que descansan en el libro a la actual fuente de información de las nuevas generaciones de la era digital. Así, quienes no han tenido la oportunidad de leer este libro pueden disfrutar de su contenido de manera dosificada y actualizada.
Ignoro cuáles sean los hábitos de lectura de la gente de Ixhuatán, pero llama mi atención que de este trabajo solo se hayan imprimido (uso correcto de este participio) 500 ejemplares. Atribuyo esto a que para que los mil ejemplares de “Las hojas de su historia” se terminaran tuvieron que pasar 18 años, y desde la aparición de “Adiós Café” al día de hoy han transcurrido casi 12, y aún es posible encontrarlo a la venta. Eso para nada debe ser tomado como un indicador de que los ixhuatecos no leen; quizá suceda lo mismo que Henestroza afirma que ocurrió con el periódico El Independiente –fundado, dirigido y llorado por él–: que un ejemplar era leído por decenas de coterráneos, con lo que no era necesario que cada quien comprara de manera individual dicha publicación.
Luego de leer durante un año y medio al médico, podría identificar un escrito suyo sin que estuviera firmado por él. Su intención por generar una lectura fluida, sobre todo en cuestiones de puntuación, y el uso del lenguaje oral plasmado en el escrito son dos elementos tan suyos que no podría equivocarme. “¡¿Qué diablo, pue’, Michael?! ¡Cómo te gusta llenar de comas mis escritos! ¡Si yo escribo como hablo!”, me recriminó, sonriendo, Henestroza en un encuentro que tuvimos en diciembre de 2014 los panoptiqueros.
Me indicaron que, en su momento, hubo algunas críticas hacia este libro en el sentido de poner en duda la veracidad de los relatos que en él se presentan; asimismo, que el uso de ciertas expresiones de la vida cotidiana no fue bien acogido por ser considerado en cierto punto grosero. Y es que el galeno lo mismo se refiere al acto de “picar” como el sustantivo “atol” o las causas del dxiibiguidxa, todas de índole sexual. Así hablamos, pues.
“Cuando se lee poco se dispara mucho (o se secuestra o se asalta en las calles de Ixhuatán, agrego)”, se observa en las pancartas de distintas protestas sociales de México, máxima cargada de razón en tiempos hostiles como los que se viven en nuestro pueblo hoy en día. Justo así terminó el siglo XX en Ixhuatán, remata el autor en la última parte de sus relatos: con el brutal asesinato de tres paisanos el 14 de diciembre, un evento que marcó la vida del pueblo y anunció las calamidades que llegarían después del año 2000. Invito a los ixhuatecos a sumergirse en estos nobles y valiosos textos que Juan Henestroza nos brinda para no perder la brújula y el sentido que nos hace ser lo que somos: un pueblo orgulloso de su pasado con aspiraciones a mejorar su futuro.
Durante las primeras semanas de enero me di el gusto de leer tres libros por el puro placer de estar acostado en la hamaca de mi casa escuchando el viento agitar las ramas de los árboles que viven en nuestro municipio: el que de aquí trato; “El principito”, del francés Antoine de Saint-Exupéry, y “Un pueblo real que parece imaginario”, de otro escritor ixhuateco: Rogelio Henestrosa. De este último les contaré en mi próxima entrega.
Avisos parroquiales: con gusto tomé mi inclusión en la presentación del libro Tangu yú, del escritor ixhuateco Luis Antonio Vásquez Henestrosa, el próximo sábado 30 de enero en la casa de la cultura Andrés Henestrosa. Desafortunadamente para mí, no podré asistir a causa de mis actividades en la Ciudad de México. Pero tal labor queda en manos de Joselito Luna Aquino y Bersaín Hernández Castillejos, dos taganeros talentosos que sabrán hacerle los honores a esta nueva pieza de otro hijo brillante de Ixhuatán. Están todos cordialmente invitados. Asistan, valdrá sobradamente la pena.